Puta vida de Mierda
Obra teatral
Registro de la propiedad intelectual 00-2004-317
Texto de: Arsenio Mayo.
Drama
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"Puta vida de mierda" es un drama en cuatro actos, donde el espectador hará sin duda una reflexión, no solo de los problemas de los demás, sino de los uno mismo, consiguiendo tal vez con está dramatización, que todos nosotros seamos un poco mejores, o al menos, hará que nos entendamos mejor con los que nos rodean.

En este texto he intentado plasmar dos realidades, que si bien ya existen desde hace mucho tiempo; cada época ha contado con tintes distintos: Aquellos que tienen, y aquellos que no.

Dos personas, dos existencias completamente distantes, que se cruzan en un punto de la vida. Uno que nunca ha tenido nada, y otro que lo ha perdido todo. Dos que se encuentran perdidos en medio de un parque cualquiera, y que sólo poseen un banco prestado, en donde ven la vida pasar.

Aquel que se adapta, es el que consigue subsistir; él que no, perece. Ésta es la ley de la selva, que aún hoy sigue vigente, y marca nuestras vidas.

No he tenido pudor alguno, en cuestionarlo todo, ya que nada debe tomarse como intocable. Sí algo tiene que ser cambiado; bien porque ya no tiene función, o bien porque nos damos cuenta, que no la ha tenido nunca; no nos debe doler derogarlo. Aunque siempre sin olvidar lo pasado, para que de esta forma no se repitan nuevamente los errores. Esto es lo que se llama: Evolución.

En definitiva, este relato es una feroz crítica a lo establecido, a todo aquello que sólo beneficia a uno; a todo aquello que limita la expresión, y la libertad; a toda la mendacidad institucional, dirigida a controlarlo todo, en beneficio propio. Ataca a los mismos pilares de la democracia actual, que permite y ampara al fuerte. Subraya de una forma clara, e inequívoca; la distancia tan gigantesca existente entre lo escrito, y lo hecho.

Por ello, soy consciente de lo complicado que es llevar algo así a escena: Montar “Fuenteovejuna” está bien, porque aquello está lejos, pero “Puta vida de mierda” es hoy.




   
Acto I

Se enciende la iluminación lentamente. En la escenografía se puede ver a dos vagabundos durmiendo, cada uno en un banco de algún parque, de alguna ciudad de las que hoy llamamos civilizadas. Uno de ellos tiene una farola a su lado, el otro una papelera. Se despiertan.



DAVID: Buenos días, Adrián.
ADRIÁN: Buena mierda, David. (Se pasa la mano por la cara)
DAVID: Vaya... ¡Hoy también estás de malhumor! Pues empezamos bien el día... (Coge una garrafa de plástico que tiene debajo del banco, a un lateral, y se lava la cara y las manos. Se seca la cara con la manga de la chaqueta que lleva puesta)
ADRIÁN: Cada uno lo empieza como le da la gana. Tú lo empiezas con buenos días, (Alza la voz) y yo lo empiezo con buena mierda.
DAVID: Adrián... Hombre... Ya basta. No es suficiente amanecer siempre pronunciando la palabra mierda, que ahora también la gritas. No lo entiendo. Permanentemente estás llamando a eso que tú llamas mierda; lo persigues con tanta insistencia, que será eso mismo lo que tendrás. (Adrián no dice nada)
La verdad es que no entiendo a la gente: Veo como a algunos os encanta gritar mierda, cabrón, hijo puta; y sin embargo al mismo tiempo, os da verguenza decir te quiero. Y no lo entiendo. No me cabe en la cabeza.
ADRIÁN: Ya... Lo que no entiendo yo, cabeza buque: ¿Es cómo puede ser que un tipo que duerme en un puto banco de mierda...?
DAVID: ¡Eh eh eh...!
ADRIÁN: ¿Qué?
DAVID: Con más respeto, que esta es mi casa. Y si te fijas bien, tengo iluminación propia.
ADRIÁN: (Irónico) ¡Ahhhhh! Perdón, no había caído yo, pero sí, tienes razón, tienes una farola, una bonita farola de mierda. Y... Yo tengo papelera. ¿Qué tienes que decir a eso, eh…?
DAVID: (Irónico) La papelera si que te da un aire distinguido; y ya que tanto te gusta tu papelera, no te voy a invitar a que vengas a casa cuando llegue la noche, ya veremos entonces que haces con tu papelera querida.
ADRIÁN: De momento, cuando llegue la noche, uno podrá dormir a gusto..., sin esa puta luz perpetuamente encendida.
DAVID: Ya le pondré interruptor. Dame tiempo.
ADRIÁN: Lo que yo decía, vaya puto día de mierda.
DAVID: (Suspira) Si sigues así, me voy a dar una vuelta por ahí.
ADRIÁN: Por mí como si te la machacas.
DAVID: En fin, además de pobre, desgraciado.
ADRIÁN: Es lo mismo pobre que desgraciado, tanto monta, monta tanto, Fernando como Isabel.
DAVID: Isabel como Fernando.
ADRIÁN: ¿Cómo?
DAVID: Que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando; no Fernando como Isabel, así no rima.
ADRIÁN: ¡Qué más da!
DAVID: No, no da lo mismo.
ADRIÁN: Da igual.
DAVID: No, no da igual, porque yo seré pobre, pero al menos intento sonreír. Hago lo que puedo para que todo no sea miseria, para que no se me rompa el alma con la triste existencia que tenemos. Hablo con los perros que pasan por ahí, y alguna vez también con los patos del estanque, que son tan pobres como nosotros. Intento sonreír para que además de pobre, mi vida no sea desgraciada. Yo no necesito tener 5 coches, 3 casas, 2 motos; 7 criados, 20 tarjetas, y 15 empresas; porque entonces sería rico, muy rico; pero puede que... fuese desgraciado, como tú. Ya ves, no hay que ser rico para ser algo en la vida. (Se queda mirando a Adrián un instante, pero él no dice nada. David se va)
ADRIÁN: (Un largo silencio) Joder... No entiendo cómo este tipo puede levantarse todas las mañanas diciendo: (Con tonillo) "Buenos días". No entiendo como puede ser. A mí, que cada mañana cuando me doy cuenta que esto no es un sueño, me entran ganas de volver a cerrar los ojos, y gritar hasta reventar, para hacer desaparecer todo esto. Pero pronto me doy cuenta que sería inútil, esto no va a desaparecer nunca. Y así pasan los días, todos iguales, aquí sentado viendo pasar el tiempo.
¡Ahhhh! (Un silencio) Antes sí que era increíble... Cuando salía a los escenarios, la gente gritaba y pedía otra y otra; he llegado a salir hasta seis veces. Eso sí que era vida, eso sí que era grande. Es tan grande esto de los escenarios, que he llegado a pensar: ¿Cómo es posible que la gente quiera dedicarse a otra cosa? Tal vez porque nunca lo han probado; aunque puede ser que a la gente le sirva sólo mirar, y pasar así la vida, mirando; trabajar para vivir mirando, ver como viven los demás, y conformarte con vivir mejor que´l vecino. Quizás, si alguna vez probaran, se darían cuenta de lo maravilloso que es tener ideas propias, y cantarlas para que todos las oigan. A lo mejor así, de este modo, podríamos entendernos todos, y dejar de una vez de mentir, de sufrir, y de matar; claro está, de una forma civilizada. Sin ver, ni oír, ni hablar.
¡Ahhh! Entonces sales al escenario con todo eso que tienes dentro, que quieres entregarlo generosamente, a cuantos más mejor, y aunque al principio tienes unos nervios y un acojone que casi no te dejan hablar. Y eso es siempre así, aunque lleves treinta años de tablas; si de verdad lo levas dentro, esto es siempre así. Y ahí estás, en escena, dando la primera nota, ya no eres Adrián, ni un ser de carne y hueso, eres pura energía, dinamita a punto de explotar.
Aunque por un lado es incomprensible. ¿Por qué...? ¿Está nervioso el albañil cuando pone ladrillos? ¿O el fontanero dando teflón a una rosca? No. ¿Entonces...? ¿Por qué cuando sales a un escenario estás como un flan? Tal vez es porque vas a darte a conocer, y sabes que ellos te conocerán; y tú en cambio, nunca sabrás nada de ninguno de los que miran; no sé, pero desde luego, tiene que ser por algo; quizás algún día, los que miran se den cuenta, que esto sí que es importante, esto sí que es auténtico.(Un silencio. Entra David con unos periódicos)
¡Ahhh! (Un silencio) Y si el concierto es de esos, con un público que se entrega, que entiende lo que dices y de verdad hay ese diálogo, esa unión entre la gente y tú, que ni se ve ni se toca, pero que se siente, entonces es cuando no quieres que se acabe nunca, quieres tocar un tema más, y aunque en ocasiones después de diez conciertos seguidos... quieres parar, a la segunda semana ya estás con el mono, deseando estar otra vez en la carretera. Es amargo y dulce. Es grande.
DAVID: Y... ¿Por qué no sigues tocando?
ADRIÁN: (Se sorprende) Porque no puedo.
DAVID: ¿Por qué?
ADRIÁN: Porque no puedo, eso ya niega la posibilidad. ¿No te parece?
DAVID: Sí eso ya lo he oído. Quiero decir... ¿Por qué? ¿Por qué tienes los dedos mal? ¿Por algún golpe? ¿Por alguna enfermedad? No sé...
ADRIÁN: ¡Porque no puedo! (Un silencio) Y tú. ¿Qué hacías antes?
DAVID: ¿Antes de qué?
ADRIÁN: Antes de esto.
DAVID: ¿De esto?
ADRIÁN: De ser pobre.
DAVID: Yo he sido pobre, (Mirándole) siempre.
ADRIÁN: (Cómico) Ah, un profesional.
DAVID: Más o menos, bueno... Mi ilusión es algún día, tener un embarcadero en el Mediterráneo, y alquilar a la gente pedaleras. (Como explicándoselo a Adrián) De esas balsas con pedales. Y mientras le doy fibra a un agujero de una pedalera estropeada, sentiría como las olas rompen contra las rocas. Después me sentaría, y leería la prensa del día. Por supuesto, acompañado de una cervecita bien fresca. Que viene un cliente, pues le atiendo, y...
ADRIÁN: (Irónico) Vaya... aspiración más elevada.
DAVID: Ya... Pues mira, aunque es simple, sencillo, e incluso podrías decir que es vulgar y barato; no lo tengo. Aún así, es lo que yo quiero hacer algún día, es mi sueño, nada más. (Un silencio en el que mira a Adrián) ¿Tú no tienes sueños?
ADRIÁN: ¿Para qué se quieren los sueños? No sirven para nada, yo hablo de realidades.
DAVID: Pues aquí donde me ves, tuve trabajo y casa; casa con techo, y calefacción en invierno.
ADRIÁN: No me digas. ¿En qué trabajabas?
DAVID: En un cine. (Ilusionado) Yo era el encargado de dejar todo el cine como una patena. Por las mañanas lo limpiaba, y después de cada sesión, le pegaba una pasada rápida, para recoger las bolsas, los papeles, y hasta las pipas que tiraban algunos guarros.
ADRIÁN: Ya, de fregona.
DAVID: Y lo mejor de todo es que veía todas las películas gratis.
ADRIÁN: Anda que sí.
DAVID: Todavía me acuerdo cuando hicieron una reposición de las películas de Robert Redford, y proyectaron "El Golpe" La vi todos los pases, y cuanto más la veía, más me gustaba.
ADRIÁN: Ahí le has dao, sí señor, Robert Redford y Paul Newman. ¿Te acuerdas de la escena del tren?
DAVID: Cuando aquel primo... ¿Cómo se llamaba? Líneman... Lóniguen...
ADRIÁN: (Se levanta y se acerca a David) Me llamo Lónegan, Doyle Lónegan, recuérdalo si no quieres que juguemos a otra clase de juego. ¿Me entiendes? (Un corto silencio tras el cual ríen moderadamente los dos)
DAVID: Sí, pone la baraja en la mesa el otro pichón, para que el dichoso Lónegan corte, y da el cambiazo, pero Newman que no es tonto, lo ve, y dice: ¡Eh! Alguien no ha puesto. Coge las cartas y tiene un trío de treses.
ADRIÁN: Lónegan, pareja de nueves.
DAVID: Newman va con 500 dólares.
ADRIÁN: Lónegan: Tus 500 y 500, 1.000.
DAVID: Ahí van. (Un silencio y pide cartas) Dos.
ADRIÁN: Tres.
DAVID: (Hacen que cogen las cartas) 500.
ADRIÁN: 500 y mil más.
DAVID: Ahí van 1.000 y otros 1.000.
ADRIÁN: 2.500. Señor Clememx, deme otros 10.000 dólares más (Los coge y los pone en la mesa)
DAVID: Los veo.
ADRIÁN: (Sonriente) Póker de nueves.
DAVID: (Irónico) Cuatro jotas. (Adrián se sorprende) Me debes 15 de los grandes amigo.
ADRIÁN: (Adrián hace como si se buscara la cartera) Habré dejado la cartera en mi compartimiento.
DAVID: (Se levanta) A mí no pretendas engañarme, cuando se viene a una partida como esta se trae dinero. ¿Quién me dice que no se esfuma? (Adrián se acerca notablemente irritado) Le diré lo que voy a hacer: Le enviaré un amigo dentro de 5 minutos, páguele, o todo Chicago sabrá que no paga sus deudas de juego, y no habrá quien quiera jugar con usted. (Un corto silencio tras el cual ríen moderadamente los dos)
ADRIÁN: Sí, ¿y el final qué? Qué final.
DAVID: Ya te digo. (Cambia el gesto, entristeciéndolo) Sí, Qué final... (Un silencio. Se dije a su banco, se sienta en él y coge un cartón de vino que tiene guardado bajo el banco, y le da un trago) Ahhhh... Qué poco duró. (Le ofrece vino a Adrián)
ADRIÁN: No gracias. ¿Qué pasó?
DAVID: (Muy triste) Lo de siempre... Faltó dinero y claro... Todos pensaron lo mismo.
ADRIÁN: ¿Y fuiste tú?
DAVID: (Deja el cartón de vino en el suelo al lado del banco. Se levanta notablemente enfadado) ¡Pues claro que no! Yo era feliz, era el hombre más feliz del mundo, cómo iba a... Pero claro, incluso tú me acusas.
ADRIÁN: No, yo no...
DAVID: Sí, tú también, también has pensado que fui yo, me caguen...
ADRIÁN: (Un largo silencio) Un día llegué a casa después de un concierto que se había suspendido, y... cuando entré en casa vi a mi mujer follando con un tío al que no había visto jamás. No tengo ni idea de lo que pasó por mi cabeza, porque durante un tiempo quedé desconectado. Luego se apodero de mí una rabia como no había sentido nunca, parecía que por momentos iba a reventar. El tío ése se dirigió hacia mí, y no sé cómo lo lancé por los aires, como si se tratara de un maniquí hueco. Al caer se clavo algo, y allí quedó ensartado.
Me dirigí luego a Ana... Y la estrangulé con mis propias manos. Apreté, apreté aquel cuello, con toda aquella energía desbocada que manaba a raudales, y que no dejaba pensar. Poco después era un cuerpo muerto que no se podía mover, tenía que agarrarla porque se caía. Entonces me di cuenta de lo que había hecho.
No sé cómo, ni quién llamó a la policía, pero me encontraron allí... Abrazado a aquella mujer a la que había amado tanto... Tanto como para matarla... Allí estaba ese tío, gimiendo y balbuceando. él se salvó y ella murió; murió porque yo la maté. Si hubiera muerto él no sería tan duro, pero no, estas manos fueron capaces de matar lo que más quería; por eso no puedo tocar, estas manos no pueden volver a hacer música, están condenadas a estar muertas.
DAVID: Lo siento de veras.
ADRIÁN: Luego el tipo aquel, como quedó vivo, me metió un puro increíble; jugó duro y se quedó con todo, y para mí seis años en la trena. Todos y cada uno de los días me los pasé arrepintiéndome de aquel puto día. ¿Por qué tuvo que llover? Pero no lo puedo cambiar, ya no. Se acabó todo.
DAVID: No digas eso, mientras hay vida, hay esperanza.
ADRIÁN: Ya, pues eso mismo. (Un silencio en el que se aparta)
DAVID: ¿Qué hora es?
ADRIÁN: No tengo ni idea; aún es temprano, no te preocupes.
DAVID: Ya. ¿Pero qué hora es?
ADRIÁN: ¿Qué más da?
DAVID: Dar, dará lo mismo, pero yo quiero saber la hora.
ADRIÁN: ¿Para qué?
DAVID: Para nada en especial.
ADRIÁN: (Resignado le extiende el brazo) Ahhh... ¡Mírala tú mismo!
DAVID: (Se acerca y mira la hora) Ah, pues sí: Es pronto. (Adrián se echa la mano a la cabeza a la vez que niega) Bonito reloj. (Adrián asiente con la cabeza. Un silencio en el que David se detiene y mira a Adrián, que tiene la vista perdida en el horizonte) Tienes que reponerte, no puedes seguir compadeciéndote eternamente, así no se va a ningún sitio; estuvo mal lo que hiciste, pero ya has pagado por ello, ¿no? Entonces, ahora tienes que seguir caminando. (Un silencio largo en el que lo mira. Adrián está completamente hundido y perdido en sus pensamientos) ¿Sabes...? Un primer paso podría ser llamar a tu madre.
ADRIÁN: (Se incomoda mucho) David... ¿Para qué...?
DAVID: ¿Cómo que para qué...? para que hables con ella.
ADRIÁN: No tengo nada que decirle. Sé que sufre por mí, pero yo no puedo. No tengo nada nuevo que contarle, no..., no tengo...
DAVID: Sí hombre, siempre hay algo.
ADRIÁN: No, no hay nada.
DAVID: Mira... (Le levanta) Ya sé que es difícil ponerse en pie, pero hay que ganarse las cosas. Si t'encierras en ti, no habrá nada que hacer. Tien...
ADRIÁN: (Con cierto desprecio) ¡Pero vamos a ver...! ¿Quién me lo dice? Un tipo que no tiene donde caerse muerto, un tipo que está pagando algo que ni siquiera hizo. ¡No me jodas...! (Exaltado) Pero mírate bien, eres una escoria, un despojo humano, no eres nada, tan sólo una colilla que aún está encendida... Hasta que algún hijo puta te pise la cabeza, y seas un titular pequeño en alguna página de sucesos; y si consigues que te machaquen la cabeza con un bate con clavos, logrando un impresionante cuadro macabro, tendrás hasta foto. (Un silencio, cambia el tono de voz)
"Esta mañana se ha encontrado un cuerpo sin vida. Todavía no ha sido identificado. Presentaba en un costado una herida posiblemente de navaja, la cual, según el forense le provocó la muerte. No se ha encontrado ningún testigo, aunque fuentes policiales consultadas, apuntan a alguna banda neonazi" (Tras un silencio, continua hablando con bastante desprecio, y fuera de si)
Ahí lo tienes, un cuerpo sin identidad, ése eres tú, el Excelentísimo Señor Don Nadie, David Nadie Montón de Mierda. ¿Y tú me dices qué?
DAVID: Que tienes que seguir caminando, aunque te lo diga David Nadie; aún así, yo tengo razón, y tú estás equivocado.
ADRIÁN: (Un silencio, bajando el tono) Per... perdona. No debí tratarte así, tú no tienes la culpa de nada. Qué le vamos a hacer. Al parecer el programa ha efectuado una operación no valida, y habrá que reiniciar el sistema; aunque ya no recuerdo cómo.
DAVID: (Se acerca a Adrián y se sienta junto a él) No pasa nada, estoy acostumbrado a que la gente me trate mal. Además, tienes razón, no soy yo quién para dar ejemplo.
ADRIÁN: (Un silencio) ¿Sabes...? En estos momentos me viene una idea a la cabeza.
DAVID: (Se agacha. Humorísticamente) Pues agáchate, no sea que te dé.
ADRIÁN: ¿Eh? No, es cierto. En estos momentos me gustaría ser un feto.
DAVID: ¿Un feto?
ADRIÁN:
DAVID: ¿Para qué?
ADRIÁN: (Un silencio) Para no nacer.

OSCURO

 
   
Acto II

Se enciende la iluminación. Adrián está durmiendo en su banco. Poco después aparece David con unos periódicos bajo el brazo, y una guitarra española, que esconde bajo su banco. Adrián se despierta.


DAVID: Buenos días, Adrián.
ADRIÁN: Sí... (En bajo) buena mierda, David.
DAVID: ¿Qué?
ADRIÁN: No nada, pues eso; que buena mierda.
DAVID: Este día promete, promete mucho.
ADRIÁN: ¡¿No me digas?!
DAVID: Sí, hasta parece que el sol saldrá iluminando todo el planeta a la vez.
ADRIÁN: ¡Pero qué dices atolondrado! Si está nublado. Hoy seguro que llueve.
DAVID: Ya me di cuenta boludo. Pero qué poca imaginación tienes, con lo fácil que a mí me resulta ver un día iluminado, que complicado lo haces tú, para que se oscurezca hasta el día más soleado.
ADRIÁN: No, lo que pasa es que si hay sol, hay sol; y si no lo hay, pues no lo hay; se acabó. No me trago esas paranoias tuyas de iluminar un día nublado, ni que fueras una nuclear... No se puede..., y no se puede.
DAVID: Porque nunca lo has intentado.
ADRIÁN: No me hace falta intentar algo que sé, que no se puede hacer.
DAVID: Vamos a probar, nada te va a costar, es gratis.
ADRIÁN: Sí, pues si fuera pagando... ya me podían intervenir las cuentas corrientes, ya.
DAVID: Bueno..., vamos allá. Siéntate y cierra los ojos.
ADRIÁN: ¿Para qué? No quieres iluminar el día, pues si los cierro..., tú veras.
DAVID: ¡Joder...! Hazme caso.
ADRIÁN: (Se dirige a su banco, se sienta, y cierra los ojos) Ya los tengo cerrados. ¿Y ahora qué?
DAVID: Ahora imagina un día hermoso, un día en el que el sol haya brillado intensamente, y sólo para ti. (David se levanta y coge una linterna, y comprueba que funciona) Ya lo tienes, hay que poner ganas, sino no funciona. (Se acerca a Adrián) Vamos hombre hay que darle positividad, piensa que después de todo siempre hay algo bueno, piensa que el sol... sale siempre, y que lleva haciéndolo durante mucho tiempo, y lo seguirá haciendo durante mucho tiempo más, esto es algo que de momento nadie te podrá quitar.
Imagina un amanecer, ese momento mágico cuando el sol sale por el horizonte, y empieza a despuntar el primer rayo de sol, que ilumina a contra luz todo un caos de pilares verticales. Imagina incluso que estás en lo alto de uno de ellos, y estás ahí porque así lo quieres tú, y sabes que cuando desees podrás entrar en casa, y la brisa dejará de acariciarte el rostro, y el sol quedará tras de ti, proyectando tu sombra en el suelo. En este preciso instante, es cuando cierras los ojos, y te sientes realmente libre. (Le enfoca con la linterna) ¿Qué... Cómo lo ves?
ADRIÁN: (Cuando nota que hay luz sobre su cara se mueve un poco y hace un gesto de asombro. Abre un ojo y luego el otro. Se da cuenta del juego de David) Es que mira que tiene gracia el tío éste, pero... ¿A quién quieres engañar?
DAVID: A ti, confiesa que por un momento te lo has creído.
ADRIÁN: Paparruchas.
DAVID: (Se dirige a su banco y guarda la linterna. Coge la garrafa de plástico y mostrándosela a Adrián) ¿Quieres agua para lavarte la cara? A ver si te despejas un poco.
ADRIÁN: No.
DAVID: (La deja donde la cogió) Quiero intentar otra cosa, cierra los ojos.
ADRIÁN: ¿Qué...? ¿Ahora eres un científico y me has cogido como rata de laboratorio?
DAVID: Sólo es una sorpresa, que seguro te iluminará la cara, aunque el día ya se ha demostrado que no. (Adrián se gira y mira a otro lado. David coge la guitarra y se la muestra) ¡Hostia, que vienen los nazis!
ADRIÁN: (Se gira algo asustado. Cuando ve la guitarra se levanta enfadado) ¡Déjame en paz!
DAVID: Una guitarra.
ADRIÁN: Ya lo vi.
DAVID: Es para ti, para que toques algo.
ADRIÁN: ¿Pero no te quedó claro que no puedo tocar?
DAVID: Se la he robado a un tuno. Estaba ahí convenciendo a una, a ver si caía; no se ha dado cuenta y ahora va a tener que comprarse otra. (Un silencio) ¿No la quieres?
ADRIÁN: ¡No!
DAVID: Empiezo a dudar que seas un músico de concierto.
ADRIÁN: (Dolido) De concierto sí, pero de rock. Aunque ahora ya...
DAVID: Bueno, algo podrás tocar.
ADRIÁN: (Tarda un tiempo en contestar, mientras tiene la vista perdida en el suelo) Lo único clásico que tocaba era..., el "Para Elisa" de Beethoven; hice una adaptación para Ana, y era mi "Para Ana" de Adrián.
DAVID: Vale, pues tócalo.
ADRIÁN: ¿Cómo te tengo que decir que no puedo tocar? No se te mete en esa cabezota que tienes... ¡¿O qué?!
DAVID: Bueno, si no la quieres la guardo aquí, pero cuando la quieras la pides.
ADRIÁN: (Para sí) Pues ya se puede pudrir.
DAVID: ¿Cómo dices?
ADRIÁN: Nada. Qué vale.
DAVID: Bueno, pues ya que esto de la música es algo tabú, del fútbol pasas totalmente, y de la familia tampoco se habla, nos queda..., la política.
ADRIÁN: (Hiriente) ¡Ja! ¿Y qué sabe un tío como tú de política?
DAVID: Mucho. Leo todos los días los periódicos que pillo, y con lo que cuentan unos y otros, me entero de todo. (Coge un periódico) Incluso he aprendido a sacar la verdad, bueno... casi; la verdad no creo que la sepan ni ellos. Lo único que siento es que me entero de las cosas, dos o tres días tarde.
ADRIÁN: (Irónico) Vaya..., qué putada.
DAVID: (Un silencio) ¿Tú te crees que no he tenido vida, verdad? Pues sí, aunque haya estado poco tiempo en la parte útil de la sociedad. Yo también he llorado por las noches, incluso he amado, como todo el mundo. (Un largo silencio)
Tenía 15 años y aunque vivía en un barrio olvidado de la mano del hombre, yo también descubrí el amor; igual..., que cualquier otro chico, para eso no hace falta dinero. Carmen era preciosa, tenía un pelo largo ondulado precioso, y uno ojos que no los he vuelto a ver. Pero lo más bonito era que ella también me quería a mí.
Una vez en una verbena, que para finalizar pusieron una lenta, y aunque he olvidado completamente qué canción tocaron, recuerdo aquel momento, aquel instante en el que me encontraba en el aire, no existía suelo, ni nada a mí alrededor, tan sólo ella y yo; y era tan hermoso, que incluso terminó la canción y los músicos dejaron de tocar; y aún así, seguimos abrazados, bailando al ritmo que nos dictaba el corazón.
Hasta que no sé cómo ni por qué, nos separamos, pero no demasiado; y los dos al unísono, como si esto ya lo hubiésemos hecho antes, acercamos nuestros labios, y nos besamos. (Un silencio) Todo el cuerpo temblaba, parecía que no me mantendría en pie, y que de un momento a otro me iba a derrumbar; pero no, la verdad es que estaba flotando abrazado a ella, y ni la más potente grúa podría separarnos. Luego nos fuimos de la mano, y a la puerta de su casa me dio otro a escondidas. ¡Yo era Dios...! No había ser en el universo más fuerte que yo. (Cambia de actitud) Pero la vida... no da tantas alegrías como las que quita.
ADRIÁN: Recuerdo mi primer beso, pero no me acuerdo de cómo se llamaba ella... ¿Sonia...? ¿Raquel...? ¿Paloma...? No sé, hace mucho tiempo. La cosa es que entramos a clase y llegó el profe, Don Manuel.
Se sentó en su silla, y se quitó como siempre el reloj, poniéndolo sobre la mesa. Decía que..., por si acaso tenía que darnos una bofetada, no se lo fuéramos a romper con nuestras duras cabezas. Y... allí estaba ella, nerviosa, porque no había hecho los deberes; miré su cuaderno y estaba la página completamente en blanco.
Le hice una señal y le pasé los míos para que los copiara; se puso a ello todo lo rápido que pudo. Entonces don Manuel con aquella voz seca y dura que tenía, llamó al 23: Era su número, y aún no había copiado ni la mitad. Se puso más nerviosa si cabe, y me miró, yo le hice una señal para que saliera con mi cuaderno. "¡¿A qué esperas?!" Se oyó. Se levantó asustada y se fue a la pizarra. (Riendo) Resultó que hasta los tenía bien. (Un silencio) Luego, cuando acabó la clase y Don Manuel se había ido, se acercó a mí, despacio, mirándome, yo estaba en mi pupitre, mirándola, y sin decir nada; me dio un beso en la mejilla. Dios...
DAVID: Fue el verano más hermoso que he vivido, hasta aquel dos de Septiembre. Habíamos quedado donde siempre, y no apareció; esperé... y esperé, hasta que se encendieron las farolas. Había deshojado no sé cuantas margaritas y otras flores, que vete tú a saber qué serían; entonces me fui hasta la casa de Carmen, y allí estuve plantado durante algún tiempo, esperando verla salir. Estaba muy oscuro y no se veía nada; impaciente, reuní fuerzas y me acerqué; oí como alguien lloraba. Cada vez más asustado me asomé a una ventana, y... descubrí que la que lloraba era su madre; me asome un poco más y allí estaba Carmen, tumbada, rígida, inmóvil. (Visiblemente destrozado, e incrédulo) Estaba muerta.
Sentí que se derrumbaba el mundo, y me desplomé al suelo. Allí pasó el tiempo, intente asimilar que había pasado. ¿Cómo es posible que Carmen hubiera muerto? ¿Cómo es posible morirse con 16 años? No podía ser verdad.
No sé... Las farolas dejaron de iluminar la calle. Me levanté y me fui a casa. Tiempo después supe que la había atropellado un coche que se dio a la fuga; nadie sabía nada, ni nadie había visto nada, tan sólo se supo que era amarillo. Un buen día el destino decidió arrancarme la vida, aún hay noches en las que lloro. (Un silencio. Adrián se levanta y se dirige a un lateral del escenario, y tras un largo silencio)
ADRIÁN: ¡¿Y si cogemos unas pistolas y nos liamos a tiros con todos esos hijos de puta?!
DAVID: ¡¿Eh?!
ADRIÁN: Sí, como Paul Newman y Robert Redford, en "Dos hombres y un destino." ¿Te acuerdas? Y los acribillamos a todos. ¿Tú crees que nos dejarían?
DAVID: ¡Hombre...! Supongo que no, pero... aunque nos dejaran, no estaría bien.
ADRIÁN: ¿Por qué no? Si nos cargamos a los nazis, y cuando digo nazis quiero decir nazis, incluidos esos de corbata que salen en la tele; se acabaría todo esto.
DAVID: Esa no es la solución. La única manera de acabar con ellos, es con un libro.
ADRIÁN: (Confundido) ¿Con un libro?
DAVID: Date cuenta que si tuvieran sabiduría harían otras cosas; con un libro se aprende a vivir, y con una pistola, sólo se puede matar. Además... imagina.
ADRIÁN: (Resignado) A ver; imagino.
DAVID: Imagina, que vas caminando y de repente te encuentras que se divide el camino. ¿Por cual irías? ¿Por el de la derecha, o por el de la izquierda?
ADRIÁN: No sé.
DAVID: Tienes que escoger.
ADRIÁN: ¿El de la derecha...?
DAVID: Es tu vida, tú sabrás.
ADRIÁN: El de la derecha.
DAVID: Ves, me das la razón.
ADRIÁN: ¿Cómo?
DAVID: Tú has escogido un camino, el de la derecha, pero sin saber nada de él, ni las consecuencias que te podrían acarrear, has escogido tú, pero sin libertad. Piensa que la única forma de ser libre de verdad, es saber lo que hay en cada opción, para calibrarlo. Entonces escogerías realmente con libertad, y nunca irías por un camino que te pudiera hacer daño; ni harías daño a nadie.
ADRIÁN: ¿Pero... qué me estás contando?
DAVID: Simplemente que esto de la cultura en este país, está censurado. Un pueblo inculto es maleable, porque no sabe dónde va. Da igual que sea un grupo de nazis rapados, o toda una nación. Siempre habrá un nazi que se adapte a las circunstancias, siempre, hasta que un día la gente lea, vea, y comprenda; entonces los nazis dejarán de existir. ¡Así! Con un libro: Aprendiendo a entender lo que hay en el entorno.
ADRIÁN: No sé, pero yo creo que lo estás pintando de rosa. Y en todo caso, eso llevará mucho tiempo; y tú y yo no tenemos tanto.
DAVID: Date cuenta que es muy difícil decir: ¡Basta! Me paro aquí a pensar. Coger un libro y leer.
ADRIÁN: Se vive deprisa, el ritmo es un 4 X 4 galopante, y no hay tiempo, ni de mirar de qué color es tu casa.
DAVID: De rojo intenso.
ADRIÁN: De rojo sangre diría yo.
DAVID: Sí... (Un silencio) Puede ser. Rojo sangre, eso es. Pero hay una diferencia. Dime... ¿Qué es de la sangre sin células?
ADRIÁN: ¿Plasma?
DAVID: Algo sería. ¿Y de la sociedad sin personas?
ADRIÁN: Sería... ¿Qué sería?
DAVID: Un palabro sin significado, algo que no existe. De ahí podemos sacar que no se puede educar a todos con el mismo guión, hay que valorar uno a uno, y nada de dar un libro de texto donde sólo están las cosas que interesan a algunos; yo hablo de libros donde puedas encontrar las respuestas, a las preguntas de cada cual, sin manipulaciones; simplemente, la verdad. Sólo de esta manera, sin pistolas, sin tiros, es la forma en la que se puede caminar. Entonces sí, sí que tendríamos una oportunidad.
ADRIÁN: Verde esperanza.
DAVID: ¡Por supuesto!
ADRIÁN: (Mirando al cielo) De momento el verde es como mucho caqui; parece que hoy lloverá.
DAVID: ¿Quién sabe? A lo mejor no. (Un silencio) ¿Qué hora es?
ADRIÁN: Todavía es temprano. (Un breve silencio. Está pensativo) ¿Sabes...? Ahora sí que me viene una idea, que es la leche.
DAVID: Agáchate, que te da.
ADRIÁN: ¿Eh...? ¡Ah! (Hace con la cabeza como si esquivara algo) ¿Te imaginas que el cielo se pudiera pintar de colores?
DAVID: ¿Qué dices?
ADRIÁN: Claro hombre. Imagínate que hoy lo ponen de amarillo, y mañana de verde, con un enorme arco iris de mil colores.
DAVID: (Irónico) Ya. Y por referéndum, se van eligiendo, ¿no?
ADRIÁN: (Emocionado) Eso es:
"Esta semana tiene mayoría absoluta el morado, desbancando al verde pastel número 7, que hasta ahora tenía la hegemonía, aunque no hay que descartar al rojo carmín, que con un 19% de los votos, se consolida como tercer color en pugna, por conseguir la victoria"
DAVID: (Irónico) A lo mejor sale que hay que enladrillarlo. ¡Hay que ver! Un tipo que no es capaz de ver un día iluminado, lo quiere pintar de colores.
ADRIÁN: Claro. No puedo ver el día iluminado, porque no lo está, pero me gustaría verlo de otro modo. (Paulatinamente se va entristeciendo) No sé, sería bonito que tuviera otro color, que se pudiera pintar, y darle distintos matices; (Un silencio breve) para que no fuera siempre gris.
DAVID: No, el cielo no es gris, sino que es azul, y no un azul cualquiera, sino un azul que lleva su nombre: Azul cielo.
ADRIÁN: Tal vez, yo siempre lo veo gris. Gris amenazante.
DAVID: Tú ves amenazante incluso cuando te dan un regalo.
ADRIÁN: Pero... ¿Qué tendrá que ver?
DAVID: Tienes que darte cuenta de una cosa: Que todos los días que amanecen... son regalos, que tienes que aprovechar, y aceptar.
ADRIÁN: Los regalos son siempre para cumplir.
DAVID: No, siempre no, y cuando lo son, la gente lo sabe; eso es algo que sin duda se nota.
Quizás cuando alguien le da un regala el día de su cumpleaños... En esas ocasiones en las que la gente se ve obligada a regalar algo, siempre se espera que el que recibe, ponga buena cara; sea lo que sea, aunque esté pensando: "Vaya mierda que me trae el colega" El otro claro que lo nota, porque no se puede expresar una cosa, cuando lo que se siente es lo contrario, y pretender que no se dé cuenta nadie. (Un silencio)
Pero Adrián, yo...
ADRIÁN: (Con intención) ...No olvides que la mayor hipocresía la tiene el que da. (Con gesto tenso) Qué aún sabiendo que no le va a gustar, se lo regala. Eso ni son regalos, ni son amigos.
DAVID: Dices bien, pero mi regalo era de corazón.
ADRIÁN: Y yo no lo puedo aceptar. ¡¿Me entiendes?!
DAVID: No..., bueno sí. Lo que ocurre es que a mí me gusta tu compañía, estar contigo, compartir el tiempo. En cambio tú..., no me quieres como amigo, y no te agrada mi compañía, porque cada vez que me ves, te ves a ti; y piensas que tienes que aguantarme porque te ha ido mal la vida, que no te queda más remedio, puesto que cuando llegaste yo ya estaba en este banco; y de alguna forma sientes que si te fuera bien, no estarías aquí.
Aunque te olvidas, que si me fuera bien a mí, tú, estarías hoy aquí; solo. (Un silencio, Adrián se pone las manos en la cabeza) Adrián... Las cosas pueden cambiar cualquier día. (Un largo silencio)
¿Por qué has olvidado volar?
ADRIÁN: Yo no he olvidado volar, porque no he volado nunca.
DAVID: Antes volabas.
ADRIÁN: No, yo no he volado nunca. No. (Señala a su espalda) ¿Ves...? No tengo alas.
DAVID: Eso no es necesario. ¿Sabes...? Hay algunas ardillas que vuelan, y ellas tampoco tienen alas. Las llaman las ardillas voladoras.
ADRIÁN: Más bien tendrían que llamarlas: Ardillas planeadoras, porque voladoras no. No, porque no tienen alas, y sin alas, no se pu e de vo lar.
DAVID: (Resignado) Ahy... ¡Qué tío? Tú no podrías volar nunca aunque te metieran un petardo por el culo. (Aclarando lo dicho) Y no te creas..., que te lo iba a meter para que te diera gusto: Pienso prenderle la mecha.
ADRIÁN: Pues más vale que te apartes, (Con dureza) porque antes de volar... ¡¡¡Reviento!!! Y dejo todo esto hecho una mierda.
DAVID: (Burlesco) Ah... Y... ¿Y esa mierda cómo será? Me refiero... ¿Será dura, con una textura fuerte, o... mas bien blandita?
ADRIÁN: (Alterado) Lo que sí sé es que será una gran mierda, una mierda jodídamente grande, y pestilente.
DAVID: Ya ya... Y... ¿Cómo de grande?
ADRIÁN: ¡¡¡Muy grande!!!
DAVID: (Se aparta un poco. Un silencio) Esta vez tienes que admitir, que he ganado yo. ¿Eh...?
ADRIÁN: Ahg.... (Le mira, y tras un tiempo se dirige a él bajando el tono)
Contéstame a una cosa. ¿Cuántas posibilidades tienes tú, para montar esa naviera en el Mediterráneo?
DAVID: Qué poco escuchas a la gente.
ADRIÁN: Lo suficiente.
DAVID: No, si me hubieras escuchado, habrías entendido, pero al no escuchar sólo has oído; en otras palabras: Que por un oído te ha entrado, y por otro te ha salido.
ADRIÁN: Vaya, te ha quedao muy bonito. Pero... ahí sentado no te veo mucho futuro.
DAVID: Y... ¿Qué quieres...?
ADRIÁN: No sé. Tienes que moverte. Buscar... No entiendes que hace falta algo de solvencia, sino... ¿Cómo vas a comprar las pedaleras?
DAVID: Los sueños y las ilusiones, no tienen ningún coste de establecimiento de llamada, sólo se tienen.
ADRIÁN: Ves, por eso yo que tú pensaría en una naviera, con astillero y todo.
DAVID: Eso nunca podría llegar a realizarse.
ADRIÁN: Ni lo de las pedaleras tampoco.
DAVID: No sabes lo que te puede ocurrir en la vida.
ADRIÁN: Hasta que has acabado de vivirla.


OSCURO

 
   
Acto III

Se ilumina la escenografía. Adrián está tumbado en su banco, aunque está despierto. David entra por la izquierda, con unas hojas de periódico bajo el brazo izquierdo, y un cartón de leche en la mano derecha. Se acerca al banco de Adrián.

DAVID: ¡Arriba! Hoy hemos tenido suerte.
ADRIÁN: ¿Sí...? ¿Por qué? ¿Nos han invitado al Palace a cenar?
DAVID: Tenemos un cartón entero de leche, sin abrir, para nosotros solos; y lo mejor de todo, es que la fecha de caducidad, es sólo de ayer.
ADRIÁN: (Se levanta, y sarcástico responde) Hagamos una fiesta, pongamos la ciudad patas arriba, anunciémoslo en la prensa escrita y radiada, por fin dos infelices de la calle "L´Agonía", van a poder beber leche, de ayer.
DAVID: Menos es nada.
ADRIÁN: A veces nada, es más que algo.
DAVID: No sé..., Adrián, tú quieres muchas cosas, pero lo que tenemos es esto: Es leche, entiendo que el vino que tengo a ti no te gusta; pero esto es leche. (Un silencio) Por mucho que quieras el cielo, no puedes estar quejándote permanentemente, por lo que no tienes, así desprecias lo que sí tienes. (Le muestra el cartón de leche)
ADRIÁN: Ya sé... Que estoy tirando cristales rotos al suelo, y aunque voy descalzo... lo sigo haciendo. ¿Qué quieres? Soy así de tonto. (Le hace una señal para que le acerque el cartón y bebe)
DAVID: ¿Qué..., está buena?
ADRIÁN: Está rica. Y puestos a pedir. ¿Me das un poco de agua?
DAVID: Por supuesto, faltaría más. (Se acerca al lugar donde está la garrafa de agua, y se la acerca) Toma. Y cuando la quieras..., no me la pidas, cógela: Es de los dos. (Adrián se lava la cara y las manos, luego se seca con la manga de la chaqueta)
DAVID: Con tu permiso. (Adrián asiente, y David se sienta y abre un periódico) Mira, ayer fue apaleado un argelino. Está fuera de peligro, pero...
ADRIÁN: No, si cada día amanece con mejor cara la mañana, en fin. Por lo menos se puede pensar que esos cabrones son más patriotas que nosotros.
DAVID: (Sorprendido) ¡¿Cómo?!
ADRIÁN: (Se levanta del banco, para llevar la garrafa a su lugar) Claro hombre, acuérdate: El otro día vimos a unos con una enorme enseña nacional.
DAVID: No, perdona, pero ésa es la de un asesino, por mucho que se empeñen... ésa ya no se la cree nadie. Bueno..., quizás algunos.
ADRIÁN: Ya, pero así están las cosas.
DAVID: Ante eso me tengo que callar, porque tienes razón. Es verdad, que así están las cosas, aunque tal vez habría que cambiarlas, pasar la página de lo que ocurrió; pero eso hay que hacerlo de la única forma inteligente posible: Conociendo qué pasó.
ADRIÁN: De eso ya no se acuerda uno.
DAVID: ¿Lo ves...? me das la razón, esto es algo que no se debiera de olvidar nunca, más que nada para que no se repita. Imagina que un día vienen a tu casa y se llevan a tu padre; porque uno lo acusa de ser de un color determinado, y después, nada, nunca más se supo, ni una nota, ni un adiós, tan solo la sospecha. Y mira tú, hoy ya nadie lo recuerda, todo aquello que se hizo en nombre de un trapo, hoy nadie lo recuerda. Pero ese trapo hoy sigue representándonos.
ADRIÁN: Como comprenderás a mí en estos momentos la bandera, el himno, y la constitución, me la...
DAVID: ¡Pues chaval...! No debiera, porque aunque no te guste, vives aquí, y todo eso que has citado, todo, te representa, aunque no lo hayas votado. La pena es que en los libros de texto no figura nada de esto. Se quiere echar tierra sobre la sangre, y la sangre no se puede tapar, todo eso hay que juzgarlo, no esconderlo.
Además..., si esos tíos llevan ese trapo, ya te puedes imaginar lo que significa: Ellos lo tienen claro.
ADRIÁN: ¿Y tú qué quieres hacer? (Un silencio en el que mira a David que no responde) ¿Cambiar el trapo?
DAVID: Eso estaría bien.
ADRIÁN: ¿Para qué?
DAVID: No lo sé bien, pero creo que cuando algo está manchado de sangre..., cuando algo ha representado la iniquidad, hay que quitarlo.
ADRIÁN: Ya... Y... ¿Qué pondrías tú?
DAVID: (Un instante en el que piensa) Estaría bien una bandera que fuera totalmente blanca.
ADRIÁN: ésa es la de la rendición.
DAVID: Ah. Claro. ¿Y qué tal una con todos los colores del arcoiris?
ADRIÁN: Esa ya tiene dueño.
DAVID: ¿Sí? ¡Ah...! (Se da cuenta de cual es su dueño, y asiente con la cabeza. Piensa una posible solución) ¿Tú crees que nos dejarían compartirla?
ADRIÁN: No lo sé. Posiblemente sí. Aunque después nosotros tendríamos que permitir que otros la utilizaran también.
DAVID: Eso sería algo bueno. Además..., el arcoiris no es propiedad de nadie. Ocurre en todos los rincones del planeta, y por eso mismo, estaría bien que la bandera tuviera esos colores. (Mira a Adrián)
ADRIÁN: (Al ver que se le queda mirando responde) Por mí, bien.
DAVID: Por mí también. ¡Fuera fronteras!
ADRIÁN: ¡Fuera fronteras! (Un silencio) Y... ¿Qué te parece si en medio de la bandera dejáramos un trozo en blanco, para que cada cual pusiera en él lo que quisiera?
DAVID: (Muy emocionado) Sí señor. Eso sería la hostia. Una bandera para todos, con un apartado para cada cual. Es genial. (Piensa un instante) Adrián...
ADRIÁN: Dime.
DAVID: Esto... ¿Qué te parece si le contamos esta idea nuestra al gobierno?
ADRIÁN: (Ríe) ¡Hombre! (Irónico) ¿Desde cuando el gobierno hace caso a unos desarrapados como nosotros?
DAVID: (Vuelve a la realidad) ¡Eh...! Ya... Es una pena. Sería una cosa bonita. (Muy triste, y con la mirada perdida. Los dos están en silencio)
ADRIÁN: (Mirando al cielo) Parece que hoy lloverá.
DAVID: (Mira a Adrián) Bueno, y... ¿Qué tal unas cartas?
ADRIÁN: (Aburrido de las cartas) ¿Ya, a estas horas...?
DAVID: Por hacer algo.
ADRIÁN: Vale..., pues mira al cielo, y concéntrate a ver si consigues espantar esas cosas grises, que hay ahí arriba. (Sonriendo) ¡Ehhhh! Pero esta vez sin trampas.
DAVID: ¡Qué aburrido eres!
ADRIÁN: Y tú un ludópata. ¡No te jode!
DAVID: (Cogiendo el periódico) ¿Sabes lo que he leído también en la prensa?
ADRIÁN: ¿Que le van a dar un rinconcito a todos los pobres de España, tal y como promete la constitución?
DAVID: Bueno sí... No hombre: Qué van a arreglar el parque.
ADRIÁN: ¿Cuándo?
DAVID: A ver... (Mira el periódico) La semana que viene ponen a concurso la obra, que afectará a una extensión de 1.450 m2.
ADRIÁN: Habrá que buscar otro sitio.
DAVID: ¿Por qué?
ADRIÁN: Porque dentro de esos 1.450 m2, estamos nosotros; y seguro que el proyecto ese, incluye limpiar de parásitos sociales el lugar.
DAVID: ¿Dónde iremos entonces?
ADRIÁN: Más afuera, la ciudad crece, y nos empuja... más afuera.
DAVID: Pero más afuera no hay bancos.
ADRIÁN: ¡Ah! eso es algo... que no entra dentro del arreglo.
DAVID: Pero... ¿Por qué no se darán cuenta, que nosotros también existimos? Pedimos tan poco: Un banco para poder vivir; ni siquiera necesitamos que nos den de comer, ya nos buscamos la vida; pero un banco donde descansar... no es mucho pedir, ¿verdad?
ADRIÁN: No, pero no pagas impuestos, y claro...
DAVID: (Desconcertado) ¿Pero..., cómo voy a pagar impuestos, si hace tiempo que mis bolsillos no ven nada redondo? Y no hablemos de esas cosas rectangulares... ¡¿Cómo voy a pagar impuestos?!
ADRIÁN: Roba, o trafica con coca, eso está mejor visto que ser pobre.
Político corrupto: Eso es tener categoría. Además..., si te pillan, te van a juzgar tus propios compañeros en una farsa parlamentaria.
(Sonriendo) ¿Te imaginas que cuando se pillase a un ratero robando un casete, se decidiera que el juez instructor fuese Josu el cuchillas, Y el que dicte la sentencia: Manolo el dinamita? ¿A que te parecería un cachondeo? (David asiente resignado) ¡Ahhh! ¿Y qué me dices de juez prevaricador? Eso es lo más; siendo juez nunca verás la cárcel; tal vez alguna foto.
En el caso que la cosa fuera descomunal, te meterían una temporadita a la sombra, hasta que se calme el asunto; eso sí, con tele, calefacción, baños separados de la chusma... Y si has sido un gran corrupto, tendrás una planta para ti sólo. ¿Qué te parece?
DAVID: ¿Tele con mando?
ADRIÁN: Tele con mando.
DAVID: Y la calefacción... ¿La podré graduar a mi antojo?
ADRIÁN: Naturalmente.
DAVID: ¿Aunque quiera un día que tenga una temperatura, y al día siguiente otra?
ADRIÁN: A tu capricho.
DAVID: ¿Dónde hay que firmar?
ADRIÁN: No, pregunta equivocada. ¿A quienes tienes que engañar?
DAVID: A cuantos más mejor, ¿no?
ADRIÁN: Y cuanto mayor sea la bola, mejor que mejor.
DAVID: ¿Tú crees que algún día tendré mi embarcadero?
ADRIÁN: Si lo deseas con fuerza, puede ser que se convierta en realidad.
DAVID: ¿Tú crees?
ADRIÁN: Y digo yo. ¿Has pensado en todo el papeleo que hay que hacer?: Los impuestos municipales, los provinciales, los nacionales; y no nos podemos olvidar de los gastos notariales..., el gestor..., los libros de cuentas... Hay que empezar a pagar antes de hacer nada.
DAVID: Pero hay subvenciones.
ADRIÁN: Esas siempre llegan tarde, y se las dan a los que ya ganan dinero, con eso no puedes contar.
DAVID: Entonces... ¿Cómo puedes empezar? (Mira a Adrián que se encoge de hombros sin poder contestar, luego mira al frente, y tras un silencio, llora)
ADRIÁN: ¿Qué te pasa?
DAVID: Nada, solo que... de repente me he sentido tan vacío, como si me hubieran sacado todo el interior, y no hubieran quedado nada; que me ha dado un escalofrío que... Empiezo a creer que no sirvo para nada, que soy una perdida de espacio, que en el sitio que ocupo podría haber... cualquier otra cosa, seguro que se le daría más valor.
No sé, de pronto me he sentido como si estuviera muerto ya hace tiempo, y me acabara de dar cuenta. Es como si caminara un día cualquiera por la calle, y... porque al destino le da la gana, te cae una teja... y te mata. Tú ibas a recoger al niño, y caminando pensabas que por fin has pagado la última letra de la casa, y que suerte tienes por tener la vida que tienes. Y porque sí, hoy te mueres.
No sé, tal vez tienen razón esos nazis, y nosotros seamos más útiles, si nos morimos; así al menos podremos servir de abono.
ADRIÁN: (Irónico) O de comida pa peces. De todos modos esa reflexión, es digna de mí, no me quites mi papel en esta historia "La tragicoña de Adrián y David". Yo soy el amargado y no sabría cómo dar algo positivo. Tú eres la esperanza y yo la pesadumbre. Tú la supervivencia y yo el olvido, incluso podría decir... que eres la alegría de la huerta.
DAVID: Sí, es verdad; por un momento me he sentido como tú, y la verdad es que no me ha gustado nada la experiencia. Perdona por robarte la identidad.
ADRIÁN: Nada, no pasa nada, pero devuélvemela.
DAVID: Ahí la tienes. (Hace como que tira algo, Adrián lo coge) Qué bien se siente uno volviendo a ser como se era.
ADRIÁN: Ya te digo.
DAVID: Ahora empiezo a entenderte un poco mejor, aunque no del todo. Es bueno de vez en cuando, ponerse en la piel de otro, para comprender las cosas.
No puede ser bueno, eso de ponerse sólo en las propias circunstancias de uno mismo, y hacer las cosas desde un único punto de vista.
ADRIÁN: ¿Y si además... es miope?
DAVID: ¿El qué?
ADRIÁN: El punto de vista.
DAVID: Unas lentillas y listo.
ADRIÁN: Con el color apropiado, naturalmente.
DAVID: Naturalmente (Un silencio) Y... ¿unas cartas?
ADRIÁN: Ohffff..., no, la verdad es que no me apetece nada. Además, jugar a las cartas en un banco, no gusta; si tuviéramos una mesa...
DAVID: Antes vivía en una furgoneta, y tenía mesa y todo.
ADRIÁN: ¿Ah sí...? ¿Era tuya?
DAVID: Claro. Estaba precisamente ahí enfrente, era una Vanette blanca, preciosa. (Con mucha ilusión) Recuerdo que pasaba por aquí, camino de vete tú a saber dónde, y ahí mismo estaba mirándome, con una de las puertas correderas entreabierta. Me asomé tímidamente, y vi que dentro no había nadie, por lo que entré, y allí dormí durante una semana, en la que no se presentó nadie. Yo por mí parte le fui cogiendo cierta confianza, así que me atreví a curiosear un poco; hasta ese momento no había tocado nada de nada. (Un silencio) Me dio por mirar el motor, y claro..., entonces comprendí: No había motor; aquella chatarra estaba esperándome a mí.
Comencé a hacerle algunas reformas, sin prisas, con las cosas que iba encontrando por ahí; incluso la pinté, con unos botes de pintura que robé a unos, que estaban pintando las líneas de una carretera cerca de aquí; se fueron a tomar un café, y aproveché para cogerles un poco de toda aquella pintura, que seguro no echaron en falta.
Hice unas cortinas con unos trapos que me dieron en una tienda que iba a cerrar; muy amable, porque no quiso cobrarme nada, supongo que se dio cuenta que tenía poco. En ocasiones en este mundo, también se encuentra uno con buena gente.
¿Sabes...? Tenía hasta desague: Le hice un agujero como pude a un lado, y metí ahí mismo una manguera que robe a unos de unas obras, que la tenían enganchada en una boca de agua corriente, y la lleve hasta una alcantarilla que estaba muy cerca. Así al menos podía asearme por las mañanas, e incluso podía orinar con cierta dignidad, que ya está uno harto de estar escondiéndose detrás de los árboles: No tiene uno edad ya para eso. Y los lavabos públicos son un auténtico atraco. (Un silencio)
Y claro que sí, tenía mesa, naturalmente. Quité los asientos traseros que no eran más que un estorbo, analicé el espacio que tenía y... después de pensarlo bien, mandé cortar una tabla a medida. –Esta la pague y todo, no te creas- (Adrián asiente con la cabeza y sonríe) Y encajó a las mil maravillas sobre unas barras laterales que tenía; posiblemente en su tiempo sirvieran para amarrar la carga, yo las utilicé para sujetar aquella tabla que me serviría de mesa. ¿Sabes...? conseguí que quedara bien fija; no se movía nada. Quizás estaba un poco alta, pero a mí me valía.
Sólo me faltaba una silla, y en uno de estos cines al aire libre que se hacen en los barrios, pues... alguien se olvidó una silla de tijera, y... como el que no quiere la cosa, esa misma noche la tuve enfrente de la mesa. Cuando tenía ganas de dormir: La plegaba, y desenrollaba una colchoneta que tenía debajo de la mesa, apretujada al fondo; y... ya tenía cama. No sabes lo difícil que es lavar la espuma, pero de donde la cogí, tenía que lavarla. Soy pobre, pero no un guarro. ¡¿Eh...?! Bueno... quizá un tanto descuidado, pero no un guarro. Y así, completé mi casa. (Un silencio en el que cambia la expresión, deja de tener ilusión por lo que cuenta, y su rostro comienza a reflejar cierto dolor)
Hasta que un día que estaba haciendo un té; porque tenía un infiernillo antiguo, de esos de aceite, que encontré en la basura, y que me servía para calentar la comida. (Un silencio) Sí, pues eso. (Serio) Llegó la Policía Municipal y me pidió los papeles del vehículo, y claro..., me pareció tan de coña lo que me pedían aquellos señores, que me eché a reír a carcajada limpia; y eso no les debió de gustar demasiado, no. (Un silencio y endurece la expresión) Sin mediar palabra me agarraron por donde pudieron, y acabé con mis huesos en el suelo. Allí uno me puso la rodilla en la espalda, y con gran agilidad me esposó; y bien apretadas que las puso. Cuando hice amago de incorporarme para ver qué ocurría, alguien me dio una patada en el estómago, después añadió: "¿Dónde te crees que vas?" Sólo podía oír como lo estaban revolcando todo.
Tardó poco en llegar: (Un silencio) Allí estaba aquella temible grúa, que enganchó mi casa. Yo pregunte: "¿Qué estáis haciendo?" La respuesta; otra patada. Vi cómo la subían a la grúa, y se la llevaban. Volví a preguntar otra vez, a riesgo de que me propinaran con otra de sus caricias: "¡¿Qué vais a hacer?! ¡Es mi casa!" En esta ocasión se acerca otro, y con tonillo burlón: "¿Qué dices...? Esta no puede ser tu casa, no cumple las normas de habitabilidad de la comunidad" Se levanta y le pregunta a otro de los de azul: "¿Qué hacemos con esto?" "Qué vamos a hacer..., déjalo ahí"
Sentí cómo me quitaban las esposas, y se iban. Ahí me quedé yo, en el suelo, sin casa, me habían robado mi casa. ¡Joder...! Yo no le había hecho daño a nadie. ¿Por qué se llevaron mi casa?
ADRIÁN: ¡Que hijos de puta!
DAVID: Tiempo después me enteré, que como vivía ahí, ellos necesitaban una orden judicial, pero la justicia sólo es para los que tienen abogados. En fin, que se lo llevaron todo, mis mantas, el infiernillo, los recortes de prensa, y..., la única foto que guardaba. (Un silencio) Una foto de Verónica... (Pensativo) No sé porque nunca quiso darme una, ni siquiera nos hicimos una juntos. La única foto que tenía, era una copia que hice a escondidas de un carné suyo. Después de esto intente dibujarla; pero no fui capaz, ninguno de aquellos garabatos, ni el mejor de todos, poseían ni un ápice de la magia que tenía su sonrisa. La verdad es que era muy hermosa, mucho. (Se queda pensativo)
ADRIÁN: ¿Verónica...? ¿Quién es Verónica?
DAVID: ¿Nunca te había hablado de ella?
ADRIÁN: No, nunca.
DAVID: Vaya... yo creí que sí. ¿Seguro...? (Adrián niega con la cabeza) ¿Quieres que te hable de ella?
ADRIÁN: Claro que sí, me gustará que hables de ella, si... te apetece hacerlo a ti.
DAVID: Sí, a mí sí. (Un silencio en la que la recuerda) Qué pena lo mal que... Bueno... La verdad es que en aquel momento en la que la conocí, me encontraba en una mala racha. Estaba solo, más solo que la una, esperando que en algún momento llegara algo, o quizá alguien..., y dieran las dos; pero siempre era la una, siempre la una en punto de la noche.
La vida pasaba y yo veía cómo pasaba, día a día. La pérdida de Carmen me marcó tanto que no fui capaz de estar con nadie, durante casi 10 años. Pero no sé, primero aquel tipo que no conocía de nada, me abrió la puerta de su casa, y me consiguió aquel trabajo en el cine, sin pedirme nada a cambio. ¡Qué grande era Paco!
De pronto mi suerte fue distinta, y sin haberlo sospechado, apareció Verónica. Hablaba no sé cuantas lenguas, era una ejecutiva de un ente medio público, que nunca llegué a entender muy bien, qué era lo que realmente hacía. Ella había conocido tanto mundo, que me sorprendió que me eligiera a mí para compartir la vida; me cogió tan de sorpresa, que la muralla que había construido para que no entrara nadie, se derrumbó.
Me prometió no hacerme daño, porque ella también había sufrido. Me prometió no mentirme, porque ella había sido engañada. Me prometió ayudarme, porque ella necesitaba de mí; y cada beso, cada caricia, cada roce de nuestra piel; era tan hermoso, que volvió a salir el sol.
Me acuerdo de la primera vez que fui a su casa; nos pasamos hasta las 8 de la mañana haciendo manitas; como olvidarlo; a nuestros años allí estábamos los dos, como dos tontos adolescentes.
Al día siguiente el primer beso, la primera vez que nuestros labios se encontraban. Mis manos recorrieron cada centímetro de su piel, y yo sentí las suyas cómo acariciaban mi cuerpo, tan suavemente que el tiempo dejó su latido, y sólo sentía la presencia de aquella mujer; y sus caricias.
Pasábamos horas acariciándonos, porque es tan hermoso... Realmente los seres humanos no apreciamos nada de lo que tenemos, somos los únicos seres que somos capaces de acariciar, y sin embargo, preferimos golpear; eso lo puede hacer cualquier ser vivo, pero en cambio, acariciar, no.
Estas manos que nos ha regalado la evolución, son las auténticas responsables del desarrollo de nuestro cerebro, puesto que son capaces de hacer tantas cosas; tantas, que no tuvo más remedio que ponerse a su altura, y perfeccionarse, para pensar qué hacer con estas manos: Herramientas, pintar, escribir; acariciar, lo más hermoso, y que nos permite volar sin necesidad de alas.
Descubrimos el calor de las caricias, la sensación de paz que nos invade, y dejarse llevar. Así pasaban las horas, y aquella vela que iluminaba la habitación, era ahogada por la madrugada, una vez más.
Igual daba que estuviéramos en su casa, en un parque, en la orilla del río, o en un bar; los besos eran tan largos, tan sentidos, tan intensos, que el entorno era inexistente. La verdad es que eran increíbles aquellas cervecitas que compartíamos los dos. Porque compartíamos tantas cosas..., nos gustaba el mismo color, escuchábamos la misma emisora de radio, teníamos el mismo sentido del humor, eran tantas las razones, más que no alcanzo a entender, qué ocurrió. ¿Por qué volvió la noche? Si cabe, aún más cruel que antes.
Un buen día me dijo que estaba bloqueada, que tenía que meditar, y ya está, ni una explicación, tan sólo una patada, no quiso volver a verme más. Pero yo necesitaba saber: ¿Qué había hecho mal? ¿Qué podía hacer por ella?
ADRIÁN: (Muy serio) Cierto día que caminaba, de esa forma mecánica, tal y como se camina en el patio de la cárcel: Justo unos centímetros antes de darse uno de narices con el muro de hormigón, das un giro rápido, sin darle tiempo al pensamiento a nada. De alguna forma la mente te sigue el juego, y piensas que sigues recto; incluso en ocasiones he sentido que paseaba a orillas del río, como a mí me gustaba hacer cuando era libre. Y al llegar de nuevo al otro extremo, otra vez lo mismo, otro giro rápido, y sigues caminando.
De pronto..., (Muy triste) sin haberlo deseado, me vino una imagen tan dura que caí al suelo, y lloré tan intensamente que no podía ver nítidamente mi entorno. Rompían en mi cabeza los ladridos de unos perros, que estaban en una caseta cerca de allí; -Hasta los perros en aquel lugar estaban encerrados, pero al menos a ellos se les permitía gritar- Esto hacía que mi cabeza... ¡Dios!... (Completamente destrozado) Había visto en mi imaginación, a Ana paseando con aquel tipo de la mano. Fue un pensamiento traidor, porque no lo había pedido, y no lo quería, pero él vino sin previo aviso, a traición, y me hizo tanto daño: (Un silencio) Recordé que yo la maté.
Me desplomé, y el resto de presos que allí estaban, acudieron a ver que pasaba, e hicieron un corro alrededor de mí. Estaban allí mirándome en silencio; no alcanzaban a entender que me había pasado. Al poco llegaron algunos policías, para disolver aquella reunión no permitida, y a mí me metieron en una oficina. Estuve en silencio durante todo un mes, o... quizá fuera un año. No lo recuerdo bien.
DAVID: Aquello iba tan en serio, que tal vez se acojonó: Quizá porque le dio miedo dar un paso más en la vida, y atarse a alguien; O quizá se dio cuenta que aunque yo era pobre, no era tonto, y no le gustó que algún día pudiera ser más que ella. No lo sé, no lo sé. Nunca me dijo nada.
No entendía que los problemas que pudieran venir serían la mitad, porque éramos dos a encararlos; en cambio, las alegrías serían dobles, porque éramos dos a celebrarlas. No entendió que mi proyecto más ambicioso, era hacerla feliz. No supo ver que yo me había entregado sin reservas, había desnudado mi alma para dársela, lloré con ella sus penas, y la amé todo lo que un ser humano puede amar a otro; tanto, como para dejarla, pues fue eso es lo que me pidió.
Al día siguiente murió aquel amigo que me sacó del agujero, ahogado en su propia sangre; tenía no sé qué en un pulmón, y en medio de un viaje en avión, murió. Y pareciéndole esto poco al destino, decidió hacer más daño, y al día siguiente, tan sólo un día más, me culpan de lo del cine. ¿Pero cómo es posible que en tan corto espacio de tiempo, se pueda juntar todo? Es que lo escribes y no se lo cree nadie; pero ésta es mi vida, todo lo que he ido teniendo, todo me lo han ido quitando. Debo tener un cartel en mi espalda que dice algo así como: "Persona para ser jodida". ¡¿Lo ves?! ¡Dime!, ¡¡¡¿Lo ves?!!!
ADRIÁN: No, no lo veo, y siento que te hayan hecho tanto daño.
DAVID: Eso mismo fue lo que ella me dijo, y un día se olvidó de lo dicho. Yo no merecía el trato que me daba con aquel frío silencio, me sentí como una mierda a la que puedes pisar. -Con limpiarte el zapato..., puedes continuar-
ADRIÁN: Yo no te haré daño. Sé que no sirven las palabras, que una persona es lo que hace, y no lo que dice; por eso no te lo voy a prometer, sólo te digo: Yo no te haré daño; el tiempo dirá.
DAVID: Ya. ¿Sabes...? Yo aún la amo, hay un rinconcito aquí dentro, que tiene grabado su nombre, y no creo que se borre con el paso del tiempo.
ADRIÁN: Quien te hace llorar, a pesar de lo diga algún refrán, esa persona no te quiere, y quererla tú, es un error que sólo te hará más daño. (Breve silencio) Esto es algo que bien sé yo. Tal vez habría que levantar una gran muralla, una que no se pueda derribar.
DAVID: ¿Por qué dices eso?
ADRIÁN: ¿No te das cuenta que te han hecho daño? Si te proteges, nadie te lo volverá a hacer.
DAVID: De ese modo, nadie me amará.
ADRIÁN: Pero eso... puede ser más dolor.
DAVID: No has entendido nada, ¿verdad? Sus caricias, y el dulce sabor de sus labios, me hicieron sentir lo hermoso de vivir. Tal vez, yo le ofrecí tanto, tanto que ella no podía coger todo lo que yo le daba, o tal vez, había algún problema que yo no supe ver. No sé, lo cierto es que es tan grande la felicidad que se siente cuando se ama, que... ¿Cómo te puedes negar, a que te amen? Eso que dices, querido amigo, es una barbaridad. Es algo necesario, algo que no nos lo puede quitar nadie, y que no podemos permitirnos el lujo de negárnoslo a nosotros mismos, porque es negar nuestra esencia. El ser humano ha nacido para amar, y ser amado. La infelicidad viene cuando se pretende vivir en soledad, así el camino es demasiado duro, y nunca se llegará a ningún sitio.
ADRIÁN: Pero yo estoy seco, así no soy capaz de... (Un silencio. No puede decir la palabra amar)
DAVID: Pues tendrás que reponerte, lo más rápido que puedas, porque la vida va pasando y no perdona a nadie, cada instante que se pierde, se pierde para siempre, y ese no volverá. (Un silencio tras el que cambia de tono) Mientras tanto, yo creo que ahora sí ha llegado el momento, de jugar una partidita.
ADRIÁN: Vale... De acuerdo... (Mira el reloj) Es casi la hora.
DAVID: (Se acerca a Adrián y le mira el reloj) No, dará tiempo a una rápida. Hoy te voy a machacar.
ADRIÁN: No será verdad.
DAVID: (Busca y coge las cartas) Vamos, ven p´aca. (Adrián se dirige al banco de David, que está sacando su cartón de vino, le ofrece a Adrián y éste niega con la cabeza. Lo deja debajo del banco) Doy yo.
ADRIÁN: Te va a dar igual.
DAVID: Venga, corta. (Adrián corta y David reparte las cartas) Con el siete se quita.
ADRIÁN: Lo tengo yo.
DAVID: ¡Joder! Ya empezamos. Pues arrastro.
ADRIÁN: Vale: Las normas según David, 37-8. Quien da, también sale. Da igual, lo cojo con la sota, y me llevo el as.
DAVID: ¡Qué despreciable eres a veces!
ADRIÁN: Lo justo. ¿Robas o qué? (Roba) Voy a darte entrada. No. Pues sigo por oros. Y más oros, deja de tirar porquería. A ver... Por copas. Vale, las cuarenta: Míralas.
DAVID: ¡Joder!
ADRIÁN: Toma bastos.
DAVID: ésta la hago yo, toma copas.
ADRIÁN: Pa mi tres, veinte en oros.
DAVID: ¡¡¡Joder!!! (Tira las cartas con furia, y se levanta)
ADRIÁN: Tú verás, son tuyas.
DAVID: Pues eso.
ADRIÁN: Por mí como si te las comes. No te jode. Para esto me invitas a tu casa, pa tirarme las cartas. Pues a la... (También las tira)
DAVID: ¡Eh...! Que son mías.
ADRIÁN: Pa ti todas.
DAVID: Pues si no te gusta, te vas a la puta calle. Un banco con farola va a ser mucho nivel pa tu cuerpo.
ADRIÁN: Nada hombre, me voy. Ahí te quedas tú, tu banco, y tu farola de mierda, que os vaya bonito a todos.
DAVID: Pues no sé qué haces que no te vas.
ADRIÁN: (Se va a su mitad del escenario) Mira... como sigas diciendo tonterías, yo sí que te voy a meter un petardo por el culo. Y pienso prenderle la mecha con un lanza llamas.
DAVID: Nada... Ya que digo tantas tonterías, a partir de ahora te dejo de hablar.
ADRIÁN: Vale.
DAVID: No te pienso decir nada jamás. Total..., contigo es perder el tiempo, nunca aceptas nada de lo que te ofrezco. (Coge el vino y le da un trago, luego comienza a recoger las cartas. Adrián se sienta en su banco; cuando David termina de recogerlas también se sienta. Perdura la ley del silencio. Los dos ven pasar a una mujer despampanante, según parece indicar sus expresiones, ya que el espectador no ve nada. Se giran a la vez siguiéndola con la cabeza, y al unísono se levantan)
ADRIÁN: ¡Qué no me entere que ese culito pasa hambre!
DAVID: Pero qué bruto eres.
ADRIÁN: ¡Anda...! Pero si habla.
DAVID: Las máquinas de tabaco también, y nadie se extraña.
ADRIÁN: Ya, pero al menos no se enfadan.
DAVID: (Baja el tono) Porque no tienen que estar contigo, no te jode.
ADRIÁN: Jamás, iba a ser demasiado tiempo. Anda David, hazme el favor de devolverme de una vez mi personaje, que tú por mucho que te empeñes... no vas a poder darle vida. A ti no te pinta.
DAVID: Es que es pegajoso, y no quiere dejarme, a lo mejor es que tienes que cogerlo tú.
ADRIÁN: (Se dirige a David. Se da cuenta que va a entrar en el territorio de David, y se para) Oh, es que tengo que entrar...
DAVID: Está la puerta abierta.
ADRIÁN: Ahh... No me había dao cuenta (Se acerca y hace como sí le quita una chaqueta invisible, David hace lo mismo con Adrián. Ambos se ponen las invisibles chaquetas. Grita) ¡¡¡Joder!!!
DAVID: ¡¿Qué pasa?!
ADRIÁN: Nada, estaba probando el personaje. Parece que esta vez sí, ahora ya lo tengo, ¿y tú?
DAVID: Hay que ver, qué susto, eres un animal.
ADRIÁN: Al fin y al cabo es lo que somos, ¿no? (Un instante en el que se da cuenta de algo) ¡Eh...!
DAVID: ¿Qué?
ADRIÁN: Una idea.
LOS DOS: ¡Eeeeeeeeeeeh! (Se agachan los dos a la vez)
DAVID: Casi nos da.
ADRIÁN: Ufffffffff... Por poco. La cosa es curiosa ¿De dónde descendemos nosotros?
DAVID: De los monos, ¿no?
ADRIÁN: En general. (Espera una respuesta) ¡Joder! De los animales, ¡coño!
DAVID: ¿Esa es la idea?
ADRIÁN: No, la idea es: ¿Qué hubiera ocurrido si descendiéramos de las plantas?
DAVID: ¡¿Eh...?!
ADRIÁN: Imagina que tú eres una hiedra, y yo un narciso.
DAVID: ¡No te digo! ¿Por qué no, tú una hiedra, y yo un narciso?
ADRIÁN: Vale, tú un narciso, y yo una hiedra. Estaríamos de igual modo aquí, ¿no?
DAVID: Puede ser.
ADRIÁN: No pasaríamos hambre, con hincar las raíces en el suelo, ya está, y si llueve... que llueva.
DAVID: Pero las plantas no son inteligentes.
ADRIÁN: Hemos quedado en la idea, que hemos evolucionado a partir de las plantas, se supone entonces que tenemos cerebro, y podemos comunicarnos.
DAVID: ¿Y jugar al fútbol?
ADRIÁN: Al fútbol..., al fútbol a lo mejor no.
DAVID: Entonces no podemos ser inteligentes.
ADRIÁN: ¿A no...? ¿Por qué?
DAVID: (Burlón, algo que se dice para llevar la contraria) Los ingenieros de todo el mundo, compiten con otros, haciendo jugar al fútbol a sus robots, para ver cuáles son más inteligentes. Es una ley de la naturaleza, si no se sabe, ni se puede jugar al fútbol, no se es inteligente.
ADRIÁN: Vale... pues jugamos al fútbol, no se como, pero jugamos al fútbol.
DAVID: Entonces sí.
ADRIÁN: Imagínate qué vida más bonita sería. Estarías en tu parcelita, porque en ella te plantaron, y no te van a arrancar, claro. Que necesitas un poco de sulfato, pues nada. Oye petunia, pásame sulfato, yo tengo nitrato, toma, trae. Oye estragón, pásame hidrógeno, toma azufre, ahuyenta las hormigas. Arreglarías tu parcelita convenientemente, y luego plácidamente te relajarías a tomar el sol, nadie podría venir a darte de palos, ni a molestarte, ni a echarte. Y al sol, serías feliz.
DAVID: Entonces vendrían los americanos y te bombardearían.
ADRIÁN: ¡¿Por qué?!
DAVID: Eso es comunismo.
ADRIÁN: Ah..., sí.
DAVID: Completamente.
ADRIÁN: Entonces uno no puede ser un vegetal feliz, porque vienen los americanos y te bombardean.
DAVID: Más o menos.
ADRIÁN: (Incrédulo) ¿Te bombardearían por ser un vegetal?
DAVID: No. Por ser feliz.
OSCURO

 
   
Acto IV

Se enciende la iluminación, David está en su banco y se despierta. Entra Adrián con dos cafés en vaso de plástico, y unos periódicos bajo el brazo.

ADRIÁN: Despiértese señor, le traigo el desayuno, como a usted le gusta.
DAVID: ¿Ah sí...?
ADRIÁN: Sí, calentito.
DAVID: Pues no lo dejemos enfriar.
ADRIÁN: ¿Da usted su permiso... para entrar en su morada?
DAVID: Anda, pasa; y deja de hacer tonterías.
ADRIÁN: (Se sienta) Buena mierda, David. (Pone los cafés en el banco)
DAVID: Buenos días, Adrián. (Adrián coge la garrafa de agua, y se la acerca a David) Gracias. (Se lava la cara y las manos. Se seca la cara con la manga de la chaqueta que lleva puesta. No queda mucha agua, y la aprovecha como puede)
ADRIÁN: (Mirando David) Acabo de llamar a mi madre.
DAVID: (Se sorprende gratamente) ¿¿Ah, sí...?!
ADRIÁN: Sí.
DAVID: Eso me alegra mucho. Y..., ¿qué te ha dicho?
ADRIÁN: Que me echa mucho de menos, que... me quiere mucho. Pues eso. Ya sabes, esas cosas.
DAVID: ¿Y qué tal está?
ADRIÁN: Bien. La verdad es que la encontré bien, quizá algo cansada, pero bien.
DAVID: Bien... Hoy no podrás decir que a amanecido mal ¡¿eh?! Hoy no.
ADRIÁN: Vaya... Según venía haci'aquí he visto a unos cuantos de esos macarras.
DAVID: De los...
ADRIÁN: ...De esos mismos, y parecían bastante alterados.
DAVID: ¡Joder...! Bueno, al menos en el hospital no se está tan mal.
ADRIÁN: (Un silencio) ¿Ya te han dao esos cabrones?
DAVID: Dos veces.
ADRIÁN: ¡¿Dos veces?!
DAVID: (Asiente con la cabeza) El secreto está en cubrirse lo mejor posible; luego de un rato, cuando las patadas son más flojas, y en menor número; porque ya están cansados: Te haces el muerto; entonces te dejan. (Le devuelve la garrafa, y Adrián la coloca en su sitio)
ADRIÁN: ¿Cómo...? Vamos a ver si entiendo. Unos pringaos te dan de hostias... y tú como si te tocara la lotería. Claro, como en el hospital se está bien... pues que me den.
DAVID: ¿Y qué quieres hacer...? ¿Encararte? Para que se cabreen más y te rajen; no, así no se sigue vivo.
ADRIÁN: ¿Pero qué dices hombre? Si les das dos hostias a uno, los demás se acojonan y se largan.
DAVID: ¿Eso crees tú?
ADRIÁN: Sí.
DAVID: Hace un año... bueno, quizás haga dos, no sé, la cuestión es que en el banco de los patos estaba Víctor, un tío muy raro que sólo hablaba con los patos. Bueno... alguna vez también hablaba conmigo, sí. Hizo eso que tú dices; hoy nadie habla con los patos, bueno..., alguna vez que paso por allí, hablo un poco con ellos. Pero Víctor ya no puede, esos desgraciados le financiaron un traje de pino barato, para que se lo probara dos metros bajo tierra.
ADRIÁN: ¿Era amigo tuyo?
DAVID: No más que tú.
ADRIÁN: Ah...
DAVID: Tampoco menos.
ADRIÁN: Vaya... Lo siento. (David asiente con la cabeza, y queda pensativo. Después de un instante Adrián mira al cielo) Hoy lloverá.
DAVID: Adrián. (Adrián le mira sin decir nada) Dime... ¿Tú también me dejarás, verdad?
ADRIÁN: ¿Cómo dices?
DAVID: Nada. Pues eso: Qué de una manera u otra, el mundo me ha ido abandonando. Carmen, Verónica, Paco, Víctor, todos se han ido; y lo que no, me lo han robado. Tú no serás menos, un día te irás.
ADRIÁN: Me temo que no; nos vamos a quedar en este rincón de mierda, y así pasará la vida, de mierda a mierda y... tiro porque me toca más mierda, sí. Y a ti... a ti también te toca algo de toda esta mierda. ¿Quieres un poco?
DAVID: ¡Hombre! Así dicho, como que te la quedes tú. (Un silencio. Cambio de tono) Júrame que no te irás sin mí, por favor, júramelo, aunque dentro de ti sepas que es mentira, porque te vas dentro de un instante; júramelo aunque no lo vayas a cumplir. Necesito pensar que alguien necesita de mí, la soledad es tan mala compañía para pasar la vida, que me hace falta sentirme querido. Por favor, júramelo.
ADRIÁN: Claro que sí. (Un silencio) Te contaré una cosa: En una ocasión, cuando era pequeño; tendría más o menos... unos seis o siete años. Estábamos en casa: Mi madre, y mi padre; mi hermana, y yo. Y a mi padre le dio por preguntarle a mi hermana: "¿A quien quieres más..., a papá, o a mama?" Dudó un poco, pero contestó: "A papá" (Sonríe) Sabía lo que se hacía. Mi padre era un tanto celoso, y se enfadaba con estas cosas. Luego me pregunto a mí: "¿A quien quieres más... a papá, o a mama?" Yo, callé; pero volvió otra vez con la misma pregunta, y en esta ocasión aparté la vista; y nuevamente insistió. Qué iba a hacer yo, tenía que decirle algo: "A mama" Esto no le gustó nada de nada. -Se enfadó mucho; estuvo con malos humos algún tiempo- Pero yo hice lo correcto... ¿Verdad?
DAVID: Sí, hiciste lo correcto.
ADRIÁN: El cariño no se puede exigir. Yo sólo le dije la verdad: Eso le debió servir para que obrara en consecuencia, y si quería mi cariño, tenía que ganárselo.
Creo que en el mundo ya hay suficiente mentira, y es hora de decir la verdad, sea la que sea. Hoy te la digo a ti: Te juro, que me quedaré a tu lado, todo lo que me queda de vida.
DAVID: Gracias.
ADRIÁN: (Un silencio) ¿Y tú?
DAVID: ¿Y yo qué?
ADRIÁN: ¿Tú me dejarás?
DAVID: Pero hombre, con quién voy a discutir sino.
ADRIÁN: No sé, alguien habrá. Yo no soy... Las cosas... no sé si te habrás dado cuenta, pero no es que me hayan ido muy bien; ya ves, para eso no hace falta llamarse David.
DAVID: Ya, llamarse Adrián también sirve.
ADRIÁN: Sí, también sirve. (Un silencio en el que David se sienta en su banco)
DAVID: Bueno qué... ¿Has traído la prensa?
ADRIÁN: (Humorísticamente sarcástico) Naturalmente, aquí la tiene el señor. ¿Desea algo más el señor, antes de retirarme a mis aposentos?
DAVID: (Le sigue el juego) Me gustaría... que me trajese una porción de esa tarta helada, que tanto me gusta.
ADRIÁN: Vaya... lo siento señor, pero se la comió toda ayer.
DAVID: Bueno, pues vaya a comprar otra.
ADRIÁN: Lamento comunicarle al señor... que hoy es día festivo, y las tiendas permanecen cerradas todo el día.
DAVID: Entonces hágame un té.
ADRIÁN: (Escandalizado) ¿Después del café, un té?
DAVID: (Un tanto picado) Tú tan observador como siempre. Bien..., entonces (Remarca) Ambrosio, me vas a traer unos bombones, y no me digas que se han acabado, porque los compré ayer, que no era festivo, y están en la nevera, que los puse yo; y aunque el servicio se haya comido algunos, no es posible que se hayan zampado los 27 kilos que compré. (Remarca) Porque los compré.
ADRIÁN: Sí señor, están todos en la nevera, los 27 kilos, pero... resulta que la cocina esta noche pasada..., Eh..., sufrió un corto circuito muy gordo, pero muy gordo señor. Y..., quizá esto ha debido soldar de algún modo la puerta, de tal forma, que todo el servicio no hemos sido capaces abrirla, y dado que hoy es festivo, tampoco se ha podido localizar a nadie, que pudiera venir a arreglarla, por lo que señor, tendrá que dejar esta degustación para mañana, día laborable, señor.
DAVID: (Levemente irritado) Bueno, visto que no tenemos nevera. ¿Qué tal una copita...? ¿Eh?
ADRIÁN: (Menea la cabeza) Huy... Qué mala suerte. Recuerde, que mandó reparar el mueble bar, y claro... metimos las botellas en... la nevera, y ahora... Ufff.
DAVID: ...Ya conozco el resto. Déjeme, tengo que ver cómo van los negocios.
ADRIÁN: Siento tener que comunicarle al señor que...
DAVID: (Medio riéndose) ¡Cómo no te largues, te tragas el periódico!
ADRIÁN: (Medio riéndose) Mira tú, no soy el único que se cabrea, tú... tú mismamente tú, también tienes malas pulgas, y no sabes perder.
DAVID: Anda anda..., que tienes una capacidad increíble: Para sacarme de quicio. (Se pone a leer) ¡Hostia! Aquí dice, que follar es bueno.
ADRIÁN: Nos jodió. ¿Quién es el espabilao?
DAVID: Dice que tres casquetes a la semana, alargan la vida diez años.
ADRIÁN: ¿Tú crees que las satisfacciones personales, cuentan?
DAVID: A lo mejor... 8 pajas... equivalen a tres casquetes.
ADRIÁN: O sea que un día tocan dos.
DAVID: O tres...; si el día anterior no has hecho nada.
ADRIÁN: ¡¿Sí?! ¡Joder...! Pues yo tengo el mes en blanco.
DAVID: La verdad, no sé porque la iglesia dice que esto es pecado. Porque digo yo, lo que es bueno para el cuerpo... tiene que ser bueno para el espíritu, ¿no?
ADRIÁN: Partiendo de la base que haya espíritu, lo demostrado es que hay cuerpo.
DAVID: Eso sí.
ADRIÁN: (Se ríe el solo) Me está viniendo un chiste, ya verás. Esto es un pito que se levanta por la mañana. (Bosteza) Va al armario, lo abre y dice: "A ver qué cojones me pongo hoy" (Sigue riéndose el solo) No me digas que no es bueno.
DAVID: (Burlón) Pero vamos a ver... ¿Cómo un pito se va a levantar por la mañana? Porque dime...: ¿Qué le pasaría al dueño? Se quedaría despitao, (Ríe) y vería como su pito va por ahí, abriendo armarios.
ADRIÁN: Es un chiste surrealista.
DAVID: No, es como dirías tú: Una mierda.
ADRIÁN: No es, es bueno.
DAVID: Es una mierda.
ADRIÁN: Es bueno.
DAVID: Es una mierda.
ADRIÁN: (Muy alterado) Vale, dilo. Este chiste es una mierda... como mi vida. ¡Vamos, dilo! ¡Este chiste es una mierda..., como tu vida! (Grita con desgarro) ¡¡¡DIOS...!!! Nuestra vida sí que es un chiste de mierda.
¡¿Cómo es posible que nos tengan encerrados en el campo?! Está abierto y no podemos irnos, no podemos marcharnos a ningún sitio. ¿En dónde nos dejarían entrar? No me explico de qué forma han conseguido ponerle puertas al campo. ¿Cómo es posible...? Que nos hayan encerrado en esta sala del infierno, sin paredes ni barrotes, sin llamas ni hierros candentes. ¿Cómo es posible? Que sin tocarnos, nos hagan sufrir tanto.
Ahora resulta que los que son libres, son los que están entre cuatro paredes; nosotros que estamos en la puta calle, somos los que estamos presos. ¿Quién podría haber imaginado que esto fuese posible? ¿De qué manera se puede tener atrapado a nadie, con nada? La cárcel tiene hormigón, toneladas y toneladas de hormigón y acero, que te separan de la libertad. Pero aquí... ¿Cómo nos retienen aquí?
Todo el mundo tiene en el recuerdo Auschwitz, pero había alambradas, y gente armada con ganas de pegarte un tiro, deseando que movieras un dedo para meterte una bala en el cuerpo; aunque la verdad, no hacía falta mucho, es algo que les salía de propia iniciativa. Era cruel, sádico, frío; pero había reglas: tú eres así, por lo que te puedo matar cuando quiera; sabías contra lo que tenías que luchar, y luchabas.
Pero... pero dime David: ¿Qué haces... si te dicen que tienes tus derechos inalienables? Te afirman categóricamente que tienes derecho a un trabajo, a una casa, y a la vez no te lo dan. ¿Qué haces ahora? ¿Cómo puedes luchar contra alguien que te da la razón? ¿Cómo puedes escapar si nadie te retiene? (Un silencio) ¿Cómo es posible todo esto?
DAVID: Esto lo hace la ciencia de la democracia. Ya ves, algunos no tenemos derechos; sólo hay un papel que dice que los tenemos, y eso no obliga a nada. (Un silencio)
ADRIÁN: Esto es demasiado cruel.
DAVID: Este mundo es el autentico Libro de la selva, y sólo el fuerte sobrevive, las razones no sirven, aquel que tiene la fuerza: Tiene el poder. La libertad es un privilegio, no un derecho. ¿Te imaginas que hubiera libertad? ¿Qué el poder atendiera a la razón? ¿Qué las ideas fueran escuchadas? Si esto fuera de este modo, no quedaría ninguno de los que están.
ADRIÁN: Ya..., tal vez habría que crecer, para seguir caminando. Aunque en esta ocasión mucho me temo, (Mirando a David) que Mowgli se queda con Balú.
DAVID: Tú mismo.
ADRIÁN: Tal vez si alguien lo contara.
DAVID: ¿Qué te crees, que no lo saben ya?
ADRIÁN: No pueden saberlo, porque sino harían algo, no lo permitirían.
DAVID: ¿Y tú... lo permitiste? (Un silencio) Esto pasa cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo alguien muere de hambre, y la gente lo sabe. ¿Recuerdas...? ¿Tú lo sabías, verdad?
ADRIÁN: No lo sé, está tan lejos, que no recuerdo. (Un breve silencio) Ahhh. Luego dice ese dichoso cura de blanco, que el infierno no existe... ¿Existirá Dios?
DAVID: ¡Hombre... ! Supongo que sí, porque entonces...
ADRIÁN: A lo mejor.
DAVID: (Mira al cielo) Imagina que nos estuviera mirando ahora ¿Qué le pedirías?
ADRIÁN: (Mira al cielo) Qué se acabe todo esto, que ya vale.
DAVID: Yo quiero saber... ¿Cómo le irá a mi Atlético este año?
ADRIÁN: ¿Tú crees que le gustará vernos sufrir?
DAVID: No, bueno, a lo mejor, está enfadado con nosotros por algo.
ADRIÁN: (Deja de mirar al cielo) Pues a lo mejor... ¡Me cago en Dios! y se contenta.
DAVID: (Deja de mirar al cielo) Qué fuerte ha sonado eso.
ADRIÁN: Tan fuerte como para que lo oiga, y nos deje de joder de una puta vez. Primero a ti, luego a mí, y para finalizar, al resto del mundo (Se oye ruido de tormenta) No, me temo que nos seguirá jodiendo como siempre.
DAVID: Claro, le picas (Se oye ruido de tormenta) Hoy sí que lloverá.
ADRIÁN: Anda, empéñate ahora en ver un día soleado, vamos... Cabeza buque.
DAVID: Bah... porque no tengo ganas, que sino...
ADRIÁN: (Irónico) Pues mira a ver, que te podían contratar en un centro meterológico de esos, para controlar las lluvias, seguro que sería un curre bien pagado.
DAVID: Mira que tienes un cabezón. La meteorología no se puede controlar, incluso es difícil su predicción, pero sí el cómo se ve la vida.
ADRIÁN: La vida la veo jodida, compañero.
DAVID: ¡Qué poco has sufrido!
ADRIÁN: ¡¿Poco?!
DAVID: ¿Tú has conocido alguna vez a algún niño, al que todo el colegio le daban de hostias?
ADRIÁN: Sí, en alguna ocasión. (Suena la alarma del reloj de pulsera de Adrián)
DAVID: ¡Vaya! (Coge la garrafa de plástico y sale corriendo, poco después se oye el sonido de unos aspersores)
ADRIÁN: En fin. (Se queda un instante mirando como se va; luego sin pensar se acerca hasta el banco de David, y sin querer se queda mirando por detrás del banco, ha visto algo que le cautiva la mirada, se agacha y lo coge; es la guitarra, a la que le da un rasgueo con las cuerdas al aire, sin poner ninguna nota. Suspira, aprieta los dientes, y la deja en el mismo sitio de donde la cogió. Da la vuelta al banco y se sienta. Llega David con alguna mancha de agua en los pantalones)
DAVID: Buena idea esa de poner la alarma, así nunca se nos pasará.
ADRIÁN: Sí.
DAVID: (Se da cuenta que está sentado en su banco, y lo mira con una sonrisilla irónica, y con intención le dice) ¿Qué tal estás...?
ADRIÁN: Bien. (David se sienta al lado de Adrián, y se queda mirándolo con detenimiento, mientras él está mirando su reloj, asiente con la cabeza y se lo quita) Toma.
DAVID: (Abandona la sonrisilla, y mira el reloj incrédulo) ¡¿Eh..?!
ADRIÁN: Sí... Te lo doy. (David sin decir nada, y torpemente lo coge) ¡Vamos...! Póntelo. (Se lo pone) Ves... Te queda muy bien.
DAVID: A que sí. (Adrián asiente con la cabeza) Gracias.
ADRIÁN: Nada. (Se miran con complicidad) Lo he hecho de corazón.
DAVID: Lo sé.
ADRIÁN: (Un silencio en el que se da cuenta que está en su banco) Ah... Perdón. Estoy en tu...
DAVID: (Le sujeta por el hombro impidiendo que se levante) No pasa nada. (Un silencio)
ADRIÁN: Bien. (Mira la garrafa de agua y la señala) ¿Estás seguro que esa agua se puede beber?
DAVID: Manolo. -El Jardinero calvete- Me ha dicho que es la misma agua que la del grifo.
ADRIÁN: No sé yo, ese es un poco cabroncete. (Adrián se encoge de hombros) Bahhh... Trae una poca. (Le da la garrafa y bebe)
DAVID: Que le vamos a hacer, no hay ninguna fuente cerca, y para coger agua tenemos que robársela a la hierba. ¿Por qué no pondrán más fuentes? El agua no se le puede negar a nadie.. ¿verdad?
ADRIÁN: No, no se le puede negar a nadie. A menos..., que te estés ahogando, aunque creo que así te darían toda la que hiciera falta. (Un silencio) Pero sí, duele ver que se preocupan más por darle agua a las plantas, que a las personas. (Sonríe y con tono jocoso) Y quizás si fuéramos plantas, nos negarían incluso el sol.
DAVID: O la tierra.
ADRIÁN: (Mirando al cielo) Y la lluvia. Aunque nosotros ésa la tendremos encima, en poco tiempo. (Un silencio. Mira a David que está mirando al suelo) ¿Qué decías de esos niños, a los que todo el colegio...?
DAVID: (Rápidamente mira a Adrián) ...Qué yo era ese niño. (Un silencio) Qué los 8 años de EGB que fueron 9, porque repetí 5º, me los pasé en un rincón del patio; todos los recreos durante 9 años, en un rincón; porque ningún niño quería jugar conmigo, y cuando a alguien le daba por ahí, pues me daba una paliza, siempre había un motivo.
¿Tú sabes lo que es que unos cuantos te rodeen? ves que te van a dar, y no sabes qué decir, porque digas lo que digas te van a dar, y tú con tus 10 años, estás tan acojonado que te meas en los pantalones, y ves cómo se ríen de ti. Esta vez no te han dado, ha sido más cruel, esta vez se han reído de ti. Eso compañero, es una violación con todas las letras. Ahí aprendí como hay que estar callado...
ADRIÁN: Callado nunca.
DAVID: ...Y moverte lo menos posible, aprendí a hacerme el muerto. Y ahora, pasados los años, empiezo a razonar algunas cosas.
En alguna ocasión algún niño cogió una piedra, y no fue para tirármela, que en todo caso sería lo natural; sino para apretarla en su mano, y golpear así con más fuerza; esto lo tuvo que aprender en algún sitio, alguien se lo enseñó; porque dime: ¿Cómo es posible que esto se le ocurra a un niño? ¿Qué hará cuando crezca?
Y todo esto porque mi acento era distinto. Yo nací en Portugal, allí viví algún tiempo, y sólo por eso, unos chiquillos decidieron que merecía tan duro castigo, tan sólo por ser distinto, nada más.
ADRIÁN: Lo cierto es que los niños suelen ser crueles.
DAVID: Porque esto es lo que ven, esto es lo que se les enseña, por ello, esto es lo que hacen. Pero de todas maneras, por dura que se presente la vida, comprendí, que la mente nos pertenece, es nuestra, no nos la pueden robar por mucho daño que nos hagan, no nos la pueden robar, podemos hacer con ella lo que nos dé la gana, por eso yo intento ver la vida mejor de lo que es. Aunque no puedo controlar el tiempo, eso no es posible.
ADRIÁN: Tal vez a mí me tendrían que colocar un chip de esos en la cabeza, para que yo sea capaz de hacer algo parecido a... lo que tú dices.
DAVID: ¡No hombre! Lo que ocurre es que tienes el cráneo lleno de arroz con leche, caducado, y las pocas neuronas que no la han palmao, no respiran bien. Hay que desocupar la materia inútil, y poco a poco, ir aportando cosas buenas; porque siempre hay cosas buenas. De todos modos, has de tener cuidado con lo que se desea, puede pasar en cualquier momento.
ADRIÁN: ¿El qué?
DAVID: Lo de poner un chip en el cerebro, y controlar así cada pensamiento que tengas. Ya al nacer te lo implantarán con una batería para cien años, y cada pensamiento revolucionario, encenderá una lucecita en algún sitio, y enviará una copia exacta de lo pensado, "Titititi titi ti, niño 7 8 5 7 3 de 14 años, pensamiento 3 barra 17. Castigo urgente"
ADRIÁN: ¿Cuál es el 3 barra 17?
DAVID: (Sorprendido de que no lo sepa) La masturbación.
ADRIÁN: ¡Ah...! Claro.
DAVID: ¿En qué va a pensar un chico de 14 años? ¿En dar un golpe de estado...? ¡No, hombre..! En darle al pito manivela.
ADRIÁN: Vaya idea que has tenido.
DAVID: ¿Qué te crees, que sólo se te ocurren a ti?
ADRIÁN: No, pero al menos aviso. Anda que si nos da ¿Qué?
DAVID: ¿Te ha cogido desprevenido, eh...?
ADRIÁN: Ya te digo. En fin... Ya veremos. (Un silencio) No sé... A lo mejor... eso del Mediterráneo, no sé, lo empiezo a ver.
DAVID: ¿A que sí?
ADRIÁN: Ya, pero habría que... Podríamos vender latas de cervezas a los turistas de la playa.
DAVID: Y guardar el dinero para comprar las pedaleras.
ADRIÁN: También podría pedir prestado a unas personas que conozco (Ilusionado) Para empezar..., nos bastaría con unas cinco.
DAVID: Y después... poco a poco podríamos llegar a tener más de veinte.
ADRIÁN: Yo creo que con veinte, ya sacaríamos bastantes ganancias.
DAVID: ¿Cómo para tener una casa de verdad?
ADRIÁN: Con techo.
DAVID: Yo seré el capitán.
ADRIÁN: Yo el contramaestre.
DAVID: Ya lo estoy viendo: Alquiler de pedaleras. "El pelícano" Una hora... (Mira a Adrián mientras con la mano hace la señal de uno *Dependiendo en la época, o en el país en el que se represente, el número que se señale debe ser ajustado al coste)
ADRIÁN: ¿Una hora...?
DAVID: ¿Media...?
ADRIÁN: Mejor. (Un silencio) "El pelícano" me gusta, y si la cosa funciona, podríamos tener... más adelante, hasta algún barco con motor.
DAVID: Estaría bien.
ADRIÁN: Al primero tenemos que llamarlo Ana.
DAVID: Como tú quieras.
ADRIÁN: Algún día. (Suspira y cambia de actitud) Pero... primero tienen que pasar los fríos del invierno.
DAVID: Antes que te des cuenta..., ya es primavera.
ADRIÁN: De momento, aquí estamos anclados en este puto lugar de mierda.
DAVID: Hay que tener ilusión.
ADRIÁN: (Resignado y muy decaído) Sí, ya. Me voy a echar un pis.
DAVID: Ten cuidado, que no se te resfríe.
ADRIÁN: Espero que no, de todas maneras... la voy a sacar lo justo.
DAVID: (Cuando está casi fuera) ¡Eh!
ADRIÁN: ¿Qué?
DAVID: Ten cuidado. (Adrián menea la cabeza y se va. David coge el periódico y se pone a leerlo)
Hay que ver qué malas son estas viñetas, no sé qué pinta una caricatura de este juez mamón, junto a un artículo del expresidente este venido a menos. (Un silencio) Bueno... a lo mejor sí tiene sentido. Pero este anuncio de condones, no pega lo más mínimo. Un presidente ególatra, un juez prevaricador, (Sonríe) y..., siente el contacto del amor. ¡Uffff...! Qué barbaridad... ¿Quien habrá sido el listo? No sé pero se ha lucido. (Se oyen ruidos de bronca. David deja el periódico, y se asusta. Se levanta y se asoma) ¿Qué pasará? (Un silencio) ¡Joder! (Muy preocupado) Parece que se levanta. Ya viene. Me sentaré, que no diga que me preocupo. No si este tío... mira que es cabezón, estoy seguro que este loco les ha provocado primero, y claro... ahora estará de mala hostia, por la docena de palos que le han caído. ¡Pero cuando querrá aprender...! (Coge el periódico y se pone a leerlo, pasa la página) Bueno ahora viene lo más interesante del día. Habrá que echar una miradita a las páginas de deportes. Bueno..., a las de fútbol, porque no hay más deporte. (Un silencio. Adrián está ya dentro con un ojo morado. David sorprendido) ¡Vaya! El Atlético ha ganado en un partido nada menos que al... (Se gira) Pero... ¿Qué ha pasado? (Se levanta) Mira que ya te lo había dicho, pero tú ni caso, tú a lo tuyo. ¿Te duele mucho?
ADRIÁN: Sólo cuando me río. (Tiene una mano en el costado derecho. Se sienta en su banco ayudado por David)
DAVID: Mira que te dije que tuvieras cuidado, que esos no bromean. (Se da cuenta que tiene algo en un costado, y le aparta la chaqueta) ¡Joder...! Esto es sangre. Hay que llamar a una ambulancia. ¡Socorro! ¡Socorro!
ADRIÁN: ¡Déjalo!
DAVID: ¿Co... cómo que lo deje?
ADRIÁN: Deja, está bien, en el fondo es lo que quería.
DAVID: No digas eso. ¿Qué voy hacer yo...?
ADRIÁN: Tú estarás bien, no te preocupes. Yo no sé vivir sin microondas, esto de vivir aquí mirando, no es para mí, así está bien.
Total, todo en mi vida ha sido mentira, incluso mi nombre es falso, me llamo Ceferino Ruito, suena a chiste; tú veras... Y a la guitarra: Ceferino Ruito. En cambio, Adrián Rut. ¿A qué suena mejor? (David asiente con la cabeza)
Y he amado mucho a alguien... que no me quería, y se lo hacia con... (Un silencio) Sólo le interesaba esos papeles coloreados con números de serie. Lo más auténtico que me ha pasado en la vida, es la música y tú. Además, yo no puedo ser de los que miran; cuando se aprende a hacer, cuando se aprende a hablar, la mordaza duele mucho más, y ya no se puede ser jamás, de los que miran.
En fin, así está bien. ¿Qué decías, que ha ganado tu Atlético?
DAVID: (Intenta alegrarse, y va a su banco por el periódico) Ya te digo y... ¿No sabes a quién ha ganado? Ni más ni menos que al Deportivo; fíjate, mi Atlético ha ganando al Deportivo, y fuera de casa. Eso es para haberlo visto. ¿Te lo imaginas...? (David empieza a perder la compostura mientras que Adrián, tiene una sonrisa plácida) Este año seguro que hacemos un triplete, como mínimo. Bueno... ganar un partido amistoso por uno dos, no es que sea un mérito para estar muy seguros que... este año podamos... ¿Por qué? (Llora)
ADRIÁN: Dicen que el tiempo cura las heridas, pero no es así. Cada día parece que duele más, y según va pasando el tiempo se juntan las cicatrices, hasta que llega un momento que ya ni sangras, ni lloras: Estás seco. Y el fuego hace que ardas incansablemente todos los días, y ese fuego no termina por convertirte en cenizas, sino que sigue ardiendo incansablemente, y no hay morfina para mí. Este es el fin que tenía destinado y no me quejo, pues lo esperaba compañero; ya estaba tardando. (Un silencio)
Anda, trae la guitarra. (David coge la guitarra, y se la da a Adrián) Hace mucho que no... (Adrián acaricia la guitarra y toca su "Para Ana" de Adrián. Al final de la pieza se ve que está muy mal. Le da la guitarra a David) El "Para Elisa" que yo tocaba, era "Para mi Ana" pero hoy ha sido, "Para Ti", sólo para ti. (Adrián se muestra cansado, y cierra los ojos)
DAVID: No me dejes.
ADRIÁN: (Un silencio tras el que perezosamente abre los ojos) Tal vez sea justo que el dolor y el odio existan. Acaso esta vida sea tan sólo una prueba que hay que superar; y que el olvido venga con la muerte, así el que nace empieza una nueva historia, con sus equivocaciones incluidas. Aunque es terrible cuando el destino te ataca con dura mano. De todas maneras lo que realmente siento: Es que al morir, muera conmigo todo lo que he aprendido. Lamento no haber tenido un hijo a quien enseñar, para dejar algo bueno en este mundo. Moriré, y nadie habrá aprendido de mí.
DAVID: Todavía me tienes a mí.
ADRIÁN: Cierto. ¡Márchate! Tienes que un duro trabajo que hacer. (Un silencio)
DAVID: Al primero lo llamaré Ana.
ADRIÁN: Gracias amigo mío. (Un largo silencio) David.
DAVID: ¿Dime?
ADRIÁN: (Un breve silencio) Buenas noches.

DAVID: Buenas noches, Adrián. (Adrián muere, y David lo tumba con cuidado en su banco. Se arrodilla en el suelo, y lo arropa con mimo) No te vayas. (Lo sigue mirando un instante, tras el cual asiente con la cabeza. Se levanta para dirigirse a su banco, y comienza a recoger las cosas para marcharse. Se oye un ruido de tormenta muy fuerte, y empieza a llover. Mira al cielo con mucha angustia, mientras niega con la cabeza. Poco después baja la mirada) ¡Puta vida de mierda!


Baja la intensidad de la luz, y casi a oscuras se comienza a oír una voz de una emisora de radio:

RADIO: Esta mañana se ha encontrado un cuerpo sin vida. Todavía no ha sido identificado. Presentaba en un costado una herida posiblemente de navaja, la cual, según el forense le provocó la muerte. No se ha encontrado ningún testigo, aunque fuentes policiales consultadas, apuntan a alguna banda neonazi.



FIN


Se enciende la iluminación y los actores recogen los aplausos, si... Lo han hecho bien.
Y siempre que al público le guste, la idea que un día alguien escribió.




 
 
 
   
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